La senadora Piedad Córdoba anda enloquecida dando declaraciones sobre supuestas operaciones de rescate, que se están desarrollando subrepticiamente para neutralizar los efectos políticos y publicitarios que, creen los guerrilleros y sus secuaces, se conseguirán con estas liberaciones teóricamente voluntarias y humanitarias que hacen los secuestradores.
Cada que esta señora habla, se origina una cadena de reacciones adversas y una sensación de malestar colectivo hacia sus palabras.
No entiendo si es para mantenerse vigente o está buscando que nuestro ejército deje de hacer lo que tiene como obligación y le dé un respiro estratégico a esos desalmados que ahora están metidos en cuevas y cuchitriles inimaginables con tal de evadir el cerco establecido por las fuerzas legítimas del Estado.
Estas declaraciones, aunadas al afán amarillista de muchos de nuestros comentaristas, originan ambientes pesados y más peligrosos aún, cargados de fanatismos y posiciones cerradas e intransigentes.
Hay veces que el común de la gente no entiende el porqué de los comentarios cargados de odio y mala leche que se publican.
No les importa si las informaciones son amañadas y falsas, (una verdad a medias es una mentira entera), con tal de aumentar ventas.
Emisoras y medios escritos caen en estas mañas. Muchos de ellos tienen la ética en las posaderas, puesto que dependiendo del estímulo monetario que reciban por parte de los interesados incrementan el tiempo o el espacio.
Es una verdad sentida. Detrás de esas posiciones seudo éticas se esconde una buena tajada de dinero que propicia éstas.
Es necesario que entre todos los colombianos que queremos al país, definamos una posición contundente en cuanto a estos personajes de pacotilla. Ignorarlos y dejar que solos rumien sus odios y se envenenen con ellos.
Añadido: La declaración del Ministro de Minas y Energía diciendo que se había saltado el conducto y le había preguntado al Presidente, sobre su decisión de bajar los costos del biocombustible sin contar con su colega, el Ministro de Agricultura, es como mínimo, una muestra de la grosería que debe erradicarse del comportamiento de los colombianos.
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