Hubiera sido importante que alguno de aquellos que se dicen integrar el sanedrín presidencial, le hubiera contado al Presidente sobre la función que desarrolló Song Ping, funcionario del partido gobernante chino, a quien le asignaron la tarea de encontrar y servir de tutor de aquellos que se convertirían en los líderes del país asiático, hoy uno de los más importantes del mundo después de EE. UU. Este personaje fue el que descubrió y preparó al señor Hu Jintao.
El presidente Uribe incurrió en el error de dividir a los grupos afines o que integran la llamada coalición uribista, evitando que ésta no solo defendiera de manera unificada sus principales políticas, sino que escogiera un candidato de unidad.
Afortunadamente los movimientos de oposición y otras organizaciones independientes del uribismo no fueron capaces de aprovechar esta situación y persistieron también en sus propias divisiones, impidiendo la integración de un bloque unificado con opciones de llegar al poder y poner en grave riesgo la política de seguridad democrática. Uribe tuvo todo para preparar y perfilar a su sucesor, pero ya no lo hizo.
Colombia continúa insistiendo en aplicar una regla muy nuestra, consistente en no copiar o estudiar lo que en otras partes se hace bien.
Solo acudimos a lo foráneo para comparar lo que no es comparable, como ocurre con trasladar el caso de la permanencia en el cargo de los primeros ministros en sistemas parlamentarios, como si eso fuera aplicable en un sistema presidencial.
Tenemos también por regla jugar con las instituciones. Si la reelección se dificulta, pues se implementa una asamblea constituyente. Seguramente si se montó la del 90 de manera fácil y con pocos votos, por qué no, dirán los que creen que eso es un juego, convocar a otra para que Uribe se reelija.
Otra de nuestras reglas es que solo se discute y se piensa en procedimientos y no en lo de fondo; en procesos electorales y no en el modelo político. Lo importante solo se estudia bajo la urgencia.
Nos la pasamos discutiendo sobre el mecanismo para reelegir a Uribe -en perpetuar a un gobernante-, en lugar de debatir en cómo se construye un modelo de Estado serio que cierre la puerta a amnistías e indultos a los cabecillas de las distintas agrupaciones terroristas, pero permitiendo su reingreso a la sociedad (referendo, pero de las estructuras esenciales de la seguridad democrática, por ejemplo); o en cómo se deben construir las bases para desarrollar un debate civilizado de posiciones ideológicas opuestas, sin histeria, sin irracionalidades, sin tonterías.
Sería pertinente que nuestros dirigentes leyeran el último libro de Ronald Dworkin, "Es posible la democracia", en el que hace un llamado a la dirigencia norteamericana para adelantar los debates nacionales sin radicalismo, con la sensatez que se requiere en épocas complejas.
En Colombia, ni siquiera logramos civilidad para discutir los temas esenciales para la estabilidad, ni siquiera hemos creado el consenso para evitar que los criminales desestabilicen la Nación.
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