Los pescadores artesanales del archipiélago de San Andrés, los más afectados por el fallo de La Haya, dejaron de faenar tras el fallo de la Corte Internacional de Justicia por temor a un choque entre los buques de ambos países que están en las aguas en litigio.
Sólo la cooperativa Fisherman Place, que cuenta con 35 botes para pesca artesanal y está regentada por Alfonso Forbes, un sanandresano de 73 años y descendencia británica, registra grandes pérdidas desde el 19 de noviembre, cuando se conoció la salomónica sentencia de la Corte que dividió el Caribe.
Desde entonces tan solo salen a faenar siete de esos botes, "una quinta parte", lamentó este jueves Forbes, quien expresó que "tienen una pérdida por la brisa, pero tampoco están pudiendo ir a pescar porque tienen miedo".
Este lobo de mar, uno más de los 73.320 habitantes del archipiélago que viven de la pesca y el turismo, alertó además de que las aguas donde se realiza pesca artesanal fueron ocupadas por barcazas industriales, ya que éstas no se alejan de las costas también por temor.
Los patrones de esos buques mayores "tienen miedo porque dicen que están viendo a los guardacostas de Nicaragua y también a los de Colombia; y si hay pelea, tienen miedo", insistió Forbes.
El área está ocupada por "piratas políticos", agregó, en alusión a los buques de los dos países, pero también de los indios mosquitos, un grupo nativo que habita la costa caribeña de Nicaragua y que están llegando con sus lanchas para robar a los cayos sobre los que la Corte Internacional de Justicia (CIJ) confirmó la soberanía colombiana.
"Entre los buques nicaragüenses, la presencia de la Armada colombiana y los mosquitos no pueden salir a faenar", remarcó Forbes.
Los indios mosquitos "van en lancha a Alburquerque (uno de los cayos bajo soberanía colombiana), se les van encima (a los pescadores), son gente que los va a robar y les dejan sin buques, sin pescado y sin chanclas", insistió el gerente de Fisherman Place.
Las aguas que circundan esos dos cayos deshabitados, Quitasueños y Serrana, albergan un importante banco de pescado y langosta espinosa. De hecho el 70 % de ese valorado marisco que exporta Colombia sale de ese caladero, lo hasta ahora aportaba al país unos seis millones de dólares anuales.
Forbes indicó que por el momento "es imposible calcular la pérdida" de los pescadores artesanales y explicó que antes del fallo su cooperativa sacaba del mar hasta mil libras de pescados (unos 500 kilos), pero ahora hay días que ni siquiera salen a faenar.
Los derechos de los habitantes se refieren a la pesca, pero también a que los nativos raizales consideran las aguas asignadas a Nicaragua como territorio ancestral, un área de más de 70.000 kilómetros cuadrados dentro de la Reserva de la Biosfera Seaflower.
Mientras prospera la petición de la revisión de la sentencia, Colombia deberá buscar acuerdos con Nicaragua, matizó el abogado.
Unos acuerdos que serán clave para tranquilizar a los sanandresanos afectados por un fallo que creen injusto y que ha dejado al archipiélago, ubicado a 190 kilómetros de las costas de Nicaragua y a 775 de la Colombia continental, rodeado de aguas que no son suyas, ricas en pesca, especies marinas y petróleo
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