Los candidatos presidenciales han sido víctimas de los medios de comunicación. Pero no como cada uno de ellos ha dicho, sino porque el intenso cubrimiento y los numerosos debates a los que han concurrido los aspirantes los han dejado sobreexpuestos y con espacios abiertos para la contradicción.
Antanas Mockus ha registrado una desaceleración grande de su crecimiento, tras la cantidad de rectificaciones que ha hecho. Un candidato que sabe modificar sus posiciones y corregir las equivocadas demuestra sinceridad y capacidad de cambio. Pero en el candidato verde dicha actitud ha servido para transmitir inseguridad y desconocimiento, por la cantidad de veces que lo ha tenido que hacer. Sus rectificaciones han dejado el sabor, ojalá equivocado, de que responde lo que la gente quiere oír o lo que le ayuda en las encuestas.
Para Juan Manuel Santos ha sido diferente, pero también desfavorable. En su entrevista radial con Darío Arizmendi, por ejemplo, su negativa a hablar del papel de J.J. Rendón y el calificar como una picardía la penosa imitación de la voz del presidente Uribe en su anuncio radial, lo dejaron como un candidato que engaña y que no responde cuando es enfrentado. En lugar de limitarse a contestar, hablar de su estrategia y tomar distancia, respondió de una manera que mostró más rabia y más soberbia que ingenio.
Pero sobre todo soberbia.
Los colombianos han ido mostrando cierta resistencia a la actitud característica del presidente Uribe de utilizar la agresión y el desprecio para no contestar las preguntas que le parecían incómodas o imprudentes. Contestar las preguntas es una de las tácticas que ha generado el apoyo de los medios y la sociedad al fenómeno de Mockus. Pero tampoco nos debemos acostumbrar a que el candidato responda y recule, dependiendo de la aceptación social que tengan sus posturas. De esa manera terminarían gobernando las encuestas y no los mandatarios.
Sea quien sea el ganador de las elecciones, éste debería heredar las cosas buenas que deja el gobierno de Uribe, pero desechar las prácticas viciadas que dejan sus ocho años de gobierno. La soberbia ante las preguntas incisivas de los medios, o las respuestas que se dan pensando en las encuestas, son dos modos que se deben acabar.
Entendido eso, los candidatos se deberían enfrentar a la pregunta de la legalización de la droga. La nueva Estrategia Nacional 2010 para el control de drogas diseñada por la Casa Blanca, muestra ciertos avances, al introducir el problema como un tema de salud pública. La propuesta no modificará sustancialmente el estado de las cosas, pero constituye un buen punto de partida para el debate sobre la legalización, puesto que Washington está renunciando al sueño irreal de la desaparición de las drogas.
¿Qué opinan Santos y Mockus de la legalización?
Juan Manuel Santos dice que va a debilitar a la guerrilla con la Seguridad Democrática, pero ¿cómo hará para acabar con la producción de droga mientras siga habiendo demanda? Aurelijus Rutenis Antanas Mockus Sivickas dice que va a eliminar la corrupción, pero ¿cómo hará para combatir el narcotráfico?
Son preguntas que nacen del debate sobre la ilegalidad de las drogas y de la postura hipócrita que ha mantenido Estados Unidos por años frente al tema. Son preguntas que necesitan prontas respuesta.
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