Este domingo se conmemora el Día Mundial contra el trabajo infantil, un momento para reflexionar y seguir luchando contra este flagelo que se extiende por todo el mundo, con cifras alarmantes.
Según las más recientes encuestas sobre Trabajo Infantil del Dane, es casi dos millones de menores de edad realizan todo tipo de trabajo en el país.
"Un trabajo peligroso es aquel que por sus características puede afectar de manera negativa y a nivel físico, social o moral a las niñas, niños o adolescentes", explica Liliana Obregón, Coordinadora del programa IPEC de la OIT en Colombia.
La funcionaria asegura que en el país no se conoce con exactitud el número de niñas y de niños involucrados en trabajos peligrosos, pero explica que "puede estimarse que un número muy significativo del total de niños, niñas y jóvenes identificados como trabajadores, se encuentran en trabajos peligrosos, ya que son pocos los que cuentan con el permiso de trabajo requerido para laborar".
El trabajo infantil ha existido desde siempre. Por ello, a veces deja de asombrar a las familias y a la sociedad, quienes observan a las niñas y niños trabajadores sin reflexionar acerca de los peligros a los que están expuestos.
Uno de los puntos que la OIT en Colombia desea recalcar, son los hechos cometidos por Luis Alfredo Garavito, quien torturó y asesinó a más de 150 niñas y niños, a quienes no sacó de sus casas, sino de las calles en las que algunos de ellos vendían helados o reciclaban. El caso evidencia la dimensión de todo lo que le puede ocurrir a una niña o a un niño que no esté protegido por un adulto.
La agricultura, la minería, la construcción, la manufactura, el trabajo doméstico y la recolección de basura, son algunos de los principales trabajos peligros a los cuales están expuestos los niños y niñas colombianas.
En el planeta
A nivel mundial la más alta concentración de trabajo infantil peligroso se registra en la agricultura, con el 59 por ciento, seguida por un 30 por ciento en el sector de servicios (trabajo doméstico o callejero) y un 11 por ciento en la industria (pequeños talleres, la minería o la construcción).
En Colombia la relación es similar, con la agricultura (37,3 por ciento); comercio (30,5 por ciento); servicios (7,8 por ciento); industria (13,6 por ciento); transporte, almacenamiento, comunicaciones (6,9 por ciento); minas y canteras (0,5 por ciento).
La exposición de los niños a sustancias químicas o al estrés también puede ser perjudicial para su desarrollo saludable y adecuado. Según la OIT, puede que algunos de los impactos físicos o psicológicos del trabajo peligroso no sean evidentes de inmediato y que sólo empiecen a aparecer en una etapa ulterior de sus vidas.
Otros factores
La vulnerabilidad social y económica de muchas familias hace que gran número de niños colaboren con tareas que permitan aumentar sus ingresos. La falta de oportunidades de formación superior y la escasez de ingresos para los padres o adultos encargados de los menores han disparado el trabajo infantil.
Cuando se les pregunta a los padres y madres de familia sobre la explotación laboral de sus hijos, su respuesta es de desaprobación. La gran mayoría coinciden en que es maligno para su desarrollo cognitivo y físico.
"Es difícil erradicar el trabajo infantil pensando este fenómeno de desempleo como efecto y no como causa. Ahora bien, es mucho más difícil lograrlo cuando se habla del denominado trabajo ‘ligero’, en el que la vida, el desarrollo y la realización de los derechos de los niños no se ven afectados", comentó Eduardo Aguirre, director del proyecto Crianza y explotación laboral infantil y docente de Psicología de la Universidad Nacional.
A pesar de los esfuerzos por erradicar la explotación laboral infantil, las cifras de niños que hacen labores no diseñadas para ellos sigue en aumento.
Según Germán Alberto Sánchez, sociólogo de la UN, la política pública tiene una deuda con las familias: "Debe existir un reconocimiento y efectiva protección estatal".
Y es que para este experto, las iniciativas que buscan erradicar el trabajo infantil deben ser pensadas desde la familia. "Hay que pensar en los padres antes que en los niños si se quiere llegar a una solución sostenible en el tiempo", concluyó.