Hoy en Medellín y su área metropolitana hay 239 mil desempleados, lo mismos que cabrían en casi cinco estadios como el Atanasio Girardot. De ellos, un 85 por ciento son cesantes, es decir, que antes tuvieron un empleo.
Más aún, hoy la desocupación laboral en el valle de Aburrá equivale a la séptima parte de los ocupados, 1,66 millones, pero de los cuales 610 mil están inconformes con su trabajo y 241 mil más estaban buscando uno mejor.
Asimismo, las cifras oficiales indican que el desempleo es del 12,5 por ciento a agosto pasado, la misma tasa que un año atrás. Esto se explica, a la luz de las estadísticas, porque mientras los que buscaban trabajo crecieron en 1,7 por ciento, la tasa de ocupación apenas subió 1,5 por ciento.
Así las cosas, Medellín es la cuarta ciudad, entre 13 capitales del país, con mayor tasa de desocupación, 2,8 por ciento más que la tasa nacional (9,7) y a 2 por ciento del promedio del desempleo urbano.
No en vano, uno de los hallazgos más relevantes de la Encuesta de Percepción Ciudadana, presentada el jueves pasado por el programa Medellín, Cómo Vamos, es que ocho de cada diez personas priorizan el empleo como la tarea en que debe trabajar más la Administración Municipal. Aunque solo dos de cada diez creen que la Alcaldía se ocupe más de ese frente.
Pero que la ciudad tenga para el mes de agosto una tasa de desempleo promedio en la última década de 15,71 por ciento, 2,61 por ciento más que el país, tiene unas razones de fondo.
Medellín se convirtió en un polo atractor de inmigrantes y desplazados, sobre todo de Antioquia y Chocó gracias, paradójicamente, a querer atender a sus poblaciones más vulnerables
“La ciudad ha desarrollado capacidades de asistencia social con diversos programas para atención de la infancia, acceso a vivienda, educación gratuita, nutrición que se convierten en una atractiva posibilidades para quienes en sus lugares de origen no tienen esa oferta”, explica Juan Camilo Quintero Medina , asesor de Desarrollo Económico del Municipio.
Los que llegan a la ciudad se tratan en su gran mayoría de personas con baja formación que terminan, engrosando las filas del rebusque. En la ciudad de cada 100 ocupados, solo 63,2 son asalariados, 55 de ellos en empleos particulares.
“Respecto a agosto del año pasado, la informalidad bajó 0,8 puntos y hoy 47 de cada 100 trabajadores laboran en esa condición, la mayor parte como trabajadores por cuenta propia, de los cuales el 87 por ciento no cuentan con protección social”, explica Héctor Vásquez Fernández , director de Investigaciones de la Escuela Nacional Sindical.
En contraste, la demanda local de mano de obra en el sector formal cada vez se focaliza más en personas con mayores competencias técnicas y profesionales, como lo señaló recientemente Hugo López Castaño , gerente Regional del Banco de la República.
De ahí que resulta urgente que se mejore el acceso a educación superior en los segmentos de menos ingresos de la ciudad, apoyados con subsidios de transporte y manutención que reduzcan la deserción académica.
Al tiempo, la vocación económica de la ciudad ha migrado hacia los sectores de comercio y servicios, al tiempo que las industrias han aumentado su capacidad instalada y productividad con más tecnología y sin necesidad de contratar más personal. “Creo que hemos perdido mucha industria intensiva en mano de obra formal y se ha ido desplazando hacia otras ciudades del país”, agrega Sergio Ignacio Soto Mejía , director de Fenalco en Antioquia.
Por último, la ciudad adolece de sistemas de información laboral más efectivos. Según Jaime Echeverri Chavarriaga , vicepresidente de la Cámara de Comercio, el desempleo local se explica en un dos por ciento, porque no se cruzan la oferta con la demanda de las empresas. En ese sentido, una política local para empleo que enfrente esta situación significarían cerca de 40 mil trabajadores menos metidos en el estadio local del desempleo.
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