La muerte de Manuel Marulanda o Tirofijo ha sido una noticia de gran alivio y descanso entre todos aquellos que somos amantes de la paz. Para nosotros los colombianos, ha sido la mejor y más gratificante noticia del año, pues significa un paso gigante hacia aquella paz que tanto hemos anhelado.
Este no es un grito de victoria, al contrario, pues para dar por cumplida la misión del triunfo sobre el mal, todavía nos queda por exterminar su diabólica semilla. Todas estas victorias logradas por nuestras Fuerzas Armadas nos enorgullecen a todos los colombianos.
Todo esto lo veo con mucho optimismo. Sin embargo, esta noticia tiene su lado oscuro, negativo e injusto. No he podido entender cómo puede ser posible que después de muerto este criminal, el Gobierno ofrezca por su cadáver una recompensa de hasta 5 mil millones de pesos, cuando al mismo tiempo estamos presenciando la desgracia de miles de familias damnificadas, víctimas del desastre causado por las inundaciones.
Más triste aún, es ver y escuchar por todos los medios de comunicación a miembros del Gobierno pidiéndole al sector privado ayuda económica, carpas, comida, etc., como un gesto humanitario de solidaridad. Eso está muy bien, pero, por qué no usar los cinco mil millones en los vivos y no en un cadáver, solo por el hecho de querer esclarecer las causas de su muerte.
El interés nacional es saber que ya murió nuestro enemigo número uno, ya fuese por un infarto o a consecuencia de un bombardeo. La historia ya nos lo contará, mientras tanto, usemos esos miles de millones en los necesitados.
No estoy en contra de las recompensas, pero seamos justos.
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