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Tampoco nos arrodillaremos ahora

14 de agosto de 2009
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Es bueno que a uno se le olviden las cosas y que no conozcamos el futuro.

¿Cómo sería de insoportable la vida si uno tuviera siempre presente todo lo que le ha pasado o supiera todo lo que va a suceder? Sin embargo hay una memoria histórica que es indispensable mantener para que no repitamos esa historia.

El mal que nos hizo el narcotráfico no para. Ese torbellino de sangre, corrupción, dinero mal habido y muerte, sigue arrasando a nuestra sociedad. Hace veinte años vivíamos quizá la peor época de nuestra historia.

Los carteles de Medellín y Cali estaban en su apogeo y nuestra ciudad se convirtió en el epicentro de una guerra infernal. En estos días hemos recordado los asesinatos de Antonio Roldán, de Waldemar Franklin, de Alejandro Cárdenas y podríamos mencionar a policías, jueces, periodistas y miles de personas del común, caídas bajo las balas o las bombas, algunas puestas por los narcotraficantes y otras por "los falsos positivos" de la época.

Medellín se conoció en el mundo entero por su historia de cocaína, terror y muerte.

El alcalde de Medellín del momento, Juan Gómez Martínez, planteó la necesidad de un diálogo con todos sus actores de la violencia.

Esa misma semana, el 18 de agosto, caía acribillado en Soacha, Luis Carlos Galán.

La prensa bogotana, y especialmente El Espectador, empezó a decir que Juan Gómez había planteado el diálogo con la mafia sobre el cadáver de Galán. Inclusive en su editorial posterior, ese mismo periódico lo trató de narcoalcalde.

Nada más injusto. No se le olvide al país, que apenas de candidato a la Alcaldía, se dio bala con los hombres de Pablo Escobar que intentaron secuestrarlo. El gobierno de Barco empezó a darle un trato desdeñoso a la ciudad. El ministro de Gobierno de Barco, Orlando Vásquez Velásquez, sacó un decreto con su firma y la del Presidente con la posibilidad de sustituir por decisión presidencial a los alcaldes, por primera vez elegidos popularmente, por alcaldes militares.

Juan Gómez, con el apoyo de Andrés Pastrana (alcalde de Bogotá) y otros mandatarios locales, inició una rebelión contra ese abuso dictatorial.

A la mañana siguiente de salido el decreto, me ordenó que me aprovisionara de alimentos y que lo acompañara a vivir en la Alcaldía porque de ahí "solo lo sacarían en cuatro tablas".

Esa frase le dio la vuelta al mundo y el decreto solo duró 48 horas.

De ahí en adelante las relaciones con el Gobierno central fueron muy tensas y la ciudad vivió su época más negra.

Pero la entereza de un hombre como Juan Gómez y la manera como condujo la ciudad, con el apoyo de todos los ciudadanos, nos permitió salir adelante.

Muchas cosas podríamos compartirle a la comunidad de lo que pasó en esos años duros; todavía no es el momento, pero algún día sabremos de qué nos salvamos.

Cuento esto como un homenaje a Galán para decirle que en su lucha frontal contra la mafia, no estaba solo.

Su sacrificio no puede ser en vano. El narcotráfico es omnipresente y multiforme, pero así como no nos arrodillamos hace veinte años, tampoco nos arrodillaremos ahora.

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