En Colombia, ser afrodescendiente o indígena es ser diferente, y muchas veces esta diferencia conlleva molestias, considerando la marcada euforia colonial que nos orienta a admirar y querer ser europeos, de esos, que ya hace varios siglos nos abandonaron.
Colombia es un país multicultural, rico en recursos naturales y diverso a lo largo de sus territorios, conformado por aproximadamente 87 etnias indígenas, y que alberga la tercera población negra más grande del continente. Sin embargo, es un país donde ser indígena y afrodescendiente significa, de forma automática, ser menos bello y menos valioso, aun cuando no se es minoría, como en este caso. Implica dejar de ser ante los ojos de un pueblo entero que niega su riqueza, su historia y su poder negándose a sí mismo.
Recuerdo con sorpresa una conversación en una sala de belleza ubicada en el centro de Medellín, en donde la estilista dudó entre diversos apodos al hablar de su trabajador afrodescendiente, como si ser llamado negro fuese un agravio, esto sumado al hecho cuestionable de justificar el porqué emplearlo, como si el desarrollo correcto de su labor no prolongara de por sí su permanencia en el puesto. Como aporte, una de sus clientas agrega que "las negras con rasgos blancos son las bonitas". Ante estas intervenciones, creció mi curiosidad sobre la discriminación hacia afrodescendientes e indígenas. En especial, respecto a aquella última participación que cuestionó la nariz chata de las negras y la llamativa silueta de su cuerpo para dar aprobación a figuras ajenas, paradigmas insostenibles en un país mestizo.
Es precisamente en medio de conversaciones como esta, en la cotidianidad de mi territorio, donde surgen mis inquietudes sobre ¿por qué en Colombia se deshumanizan las diversas figuras que conforman nuestra multiplicidad de nociones de belleza? y ¿por qué no nos reconocemos en nuestra diversidad étnica y las características que la acompañan?
Estas son apenas dos de las incógnitas que han sido ubicadas en el mar del olvido y no solo desde el Estado, sino también desde cada una de nuestras casas en el momento que nos limitamos a crear un mundo sesgado, donde lo que define lo feo, lo bello, lo aceptable y lo marginado va dirigido a cánones que definen pueblos ajenos a lo que somos, cánones impropios y a su vez imperfectos como los nuestros.
*Taller de Opinión es un proyecto de El Colombiano, EAFIT, U. de A. y UPB que busca abrir un espacio para la opinión joven. Las ideas expresadas por los columnistas del Taller de Opinión son libres y de ellas son responsables sus autores. No comprometen el pensamiento editorial de El Colombiano, ni de las universidades e instituciones vinculadas con el proyecto.
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