En buena parte del país se ha generalizado una expresión bogotana para decir ¡qué pena! Es el famoso oso del que hablan en esa región para referirse a una situación que los avergüenza. El que sintió hace poco Daniel Samper Ospina, fue grande, patón y peludo. Tanto, que se gastó algo más de 800 palabras para escribir una diatriba en contra de Colombia, el Presidente, por variar, y contra algunos elementos de nuestra idiosincrasia.
Este columnista de la revista Semana se caracteriza por escribir unos artículos de opinión monotemáticos que, por más que sazone con una mala copia del fino humor de su papá, siempre despiden un tufillo de mal gusto. El último es una crítica burlesca, llena de desprecio visceral contra el presidente Uribe y de burla por todo lo que nos identifica, inspirada en la condecoración del gobierno Bush al nuestro y en la caricatura que hace pocos días levantó roncha porque empañaba una de las marcas colombianas legalmente reconocidas en el mundo, Juan Valdez, que, como era de esperarse, generó la reacción del gremio cafetero y de muchos compatriotas, porque no faltaba más que nos tuviéramos que quedar impávidos ante los desafueros irrespetuosos de cuanto ilustre desconocido se quiera lucir a costa de nuestra dolorosa realidad.
Pero no podíamos esperar una muestra de solidaridad ni de respeto en este caso, ni en ninguno, por parte de Danielito, el sobrino de nuestro mal recordado ex presidente Samper Pizano. Obviamente uno no puede escoger la parentela, pero me hubiera gustado que el desparpajado payaso de Semana hubiera estado en edad de escribir en ese entonces, para leer sus simpáticas opiniones sobre el elefante, el proceso 8.000 y el cinismo con que fuimos gobernados durante ese lapso que duró una eternidad y que fue caldo de cultivo de muchos de los males que hoy le producen tanto oso. No puede darse el lujo de olvidar este señor que su apellido pasó a la historia colombiana en una página célebre, pero no precisamente por la decencia ni por las grandes realizaciones. En todo caso siempre será mejor tener un presidente condecorado que uno al que le retiran la visa. Cuando se tiene rabo de paja es mejor no arrimarse a la candela.
Daniel, con abierto cinismo, ridiculiza a Colombia cada vez que puede, o sea cada ocho días. Se burla de su gente, de sus costumbres y de su idiosincrasia. Se avergüenza de lo que somos y yo de él, profundamente.
Me parece que "calumnistas" de este talante, y como él hay muchos, le prestan poco servicio al país, pues no aportan más que ponzoña en cada artículo que escriben.
Lástima que teniendo el privilegio de llegar a cientos de miles de personas Daniel se quede en la crítica irónica, ordinaria y destructiva, con su humor perverso y predecible. Si tanto oso patriótico le produce su nacionalidad debería emigrar, ojalá bien lejos, y conseguirse una que le mejore su alcurnia, de por sí tan deteriorada, no por culpa de un oso sino de un elefante.
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