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Un país que debe reconciliarse

Los escenarios locales reúnen una pesada y gigante carga de dolores y superaciones. Allí saben, muy bien, cuánto daño o esperanza han provocado nuestros conflictos. Hay que apostar por el reencuentro.

  • ILUSTRACIÓN NATALIA VARGAS
    ILUSTRACIÓN NATALIA VARGAS
08 de febrero de 2014
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Una sociedad como la nuestra, atravesada por las heridas y cicatrices que le han dejado sus múltiples y destructivos conflictos internos, debe entender que en el perdón y la reconciliación tiene la oportunidad de reinventarse y de encontrar nuevos caminos, esos que la conduzcan a tiempos de paz y de bienestar para todos.

No son palabras bonachonas al viento. Son los términos que se requieren para desactivar la pesada carga de odios atribuibles a una confrontación irregular, devastadora y de permanente degeneración: de secuestros, de desapariciones, de masacres, de actos terroristas, de desplazamientos forzados, de violaciones, de niños reclutados, de ejecuciones sumarias, de pueblos arrasados, de tejidos sociales rotos y de desesperanzas y en muchas veces de orfandad y de hambre.

Cómo paliar, como aliviar, cómo superar, cómo curar, cómo reparar tanta y tan acumulada destrucción entre colombianos, entre habitantes de una geografía extensa y diversa, pero a la vez común. ¿De qué manera enfrentar y derrotar la perversidad que se ha incubado en décadas de divisiones y agresiones y daños mutuos y permanentes?

Surge, frente a estas circunstancias complejas y entramadas, una propuesta de estímulo a las acciones regionales. Se llama Reconciliación Colombia. La apuesta es facilitar que desde experiencias y escenarios de la escala local se promuevan el diálogo y el reencuentro de las víctimas y actores del conflicto armado, y sus entornos familiares y sociales, golpeados por una violencia variopinta.

Citamos este párrafo de la presentación institucional del proyecto, que resume parte de sus propósitos iniciales:

"Reconciliación Colombia nace por la necesidad de enviar un mensaje a la sociedad colombiana de la importancia de iniciar un proceso de reflexión y acción hacia la recuperación y reconstrucción de la confianza, el empoderamiento de los grupos sociales, el verdadero valor estratégico de los territorios, el restablecimiento de los derechos, el resurgimiento de las tradiciones, la creación de oportunidades a quienes han querido cambiar, entre otros".

Se trata de un equipo integrado y apoyado por cerca de medio centenar de empresas y entidades privadas y públicas, nacionales e internacionales, entre las cuales los medios informativos y de comunicación estamos llamados a cumplir un rol determinante de difusión e interlocución.

Estamos convencidos de que este trabajo conjunto nos abrirá camino, de la mano de las comunidades regionales, a estadios y procesos de recuperación de la confianza y revitalización de las energías y el poder ciudadanos. Es un imperativo escribir este capítulo de integración de saberes y experiencias (negativas y positivas) que nos ha impuesto más de medio siglo de confrontación armada.

Caminar hacia el posconflicto, de ser posible la solución negociada de la guerra interna -y aun si no-, nos traerá innumerables retos de resiliencia (de absorción y sanación creativa y productiva) de los problemas y divisiones provocados por los numerosos fenómenos de violencia que han azotado el país.

Creemos, como se escribiera recientemente en estas páginas, que la paz habrá que construirla más que firmarla. Y esa posibilidad se abre y gana horizonte en la medida en que en las regiones empiece a marchar un proceso de reconciliación y perdón -sin impunidad- que nos permita convertir lo pasado en un diccionario para leer y transformar, para bien, lo presente y lo futuro.
Contraposición

CÓMO RECONCILIARSE CON UN ENEMIGO QUE SOLO SE APROVECHA DEL DISCURSO DE PAZ

Por JOSÉ OBDULIO GAVIRIA
Columnista y candidato al Senado por el Centro Democrático


No entremos en honduras sobre lo que son propiamente las Farc. “Postrémonos reverentes” ante la definición que de sí mismas hacen -la que también adoptó Santos, impaciente por congraciarse con la academia y la prensa “políticamente correctas”-: son un ejército del pueblo, alzado contra el Estado colombiano.

Ha habido varios intentos de “procesos de paz” con ese ejército rebelde. Todos han fracasado. 1) ¿Por qué? 2) ¿El actual fracasará?

Todos los procesos de paz con las Farc han sido iniciativa de los gobernantes del Estado que las Farc quieren destruir. No es hecho nimio, irrelevante. Siempre los “procesos de paz” con las Farc, han sido por iniciativa, invitación, ruego para que se “sienten a dialogar”. ¡Siempre! Ahí hay un principio de explicación de por qué han fracasado. Las Farc agarran el brazo de quien les ofrece la mano; le sacan todo el provecho al discurso de paz del contrario; y se marchan como fiera satisfecha con los despojos de una cacería. ¿Pasará algo distinto con las ilusiones de armisticio y desmovilización que ha creado Santos? Yo sigo el proceso desde las páginas de las Farc (en tema de comunicaciones, La Habana les ha permitido “desatrasarse” veinte años en comunicaciones). Cada frase que emiten es un grito de guerra, un ‘recorderis’ a Santos de que él fue el que los invitó, pero que si no está dispuesto a hacer las concesiones que enrumben a Colombia por la vía del socialismo -tipo Cuba, tipo Chávez-, pues que recoja sus bártulos y se marche. Para muestra este botón del secretariado: “(…) declaraciones de JMS (…) parecen más un delirio lleno de jactancias innecesarias, que la expresión de una política coherente que brinde garantías para adelantar el proceso de paz. No se puede distorsionar la realidad creyendo que es correcto escalar la guerra como si no hubiese conversaciones, o que se pueda adelantar un diálogo simulando que el país no está sufriendo los estragos de la confrontación”.

Creo que a Santos le va a pasar lo mismo que a sus antecesores; y plugo a Dios para que yo no tenga razón.


 

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