Aunque las cumbres de jefes de Estado sirven más de punto de encuentro y de ejercicio retórico, la que reunió en Cuba a los representantes de 33 países latinoamericanos y del Caribe agregó un beneficio adicional: darle un nuevo aire a la dictadura de los hermanos Castro.
Aunque las agencias internacionales le dieron poca difusión, los corresponsales de distintos medios de comunicación relataron la forma en que los mandatarios les hicieron fila a Fidel y Raúl Castro, con el fin de obtener con ellos un diálogo y, de ser posible, una foto.
Sin embargo, fueron muy pocos los contactos, con las honrosas excepciones de Chile y Costa Rica, que los jefes de gobierno de las naciones participantes, tuvieron con la disidencia del país anfitrión, dispuesta a poner el dedo en las llagas del régimen cubano.
Por eso, mientras Raúl Castro proclamó a Cuba y por extensión a toda Latinoamérica y el Caribe, como territorio de paz, durante el tiempo en que transcurrió la cumbre fueron arrestados 144 opositores, según denuncias de la disidencia.
Más allá de la legitimación de la dictadura cubana, con expresiones de alto elogio como la expresada por la presidenta del Brasil, Dilma Rousseff, quien sostuvo además que “no habrá una verdadera integración de América Latina y del Caribe sin Cuba”, la cumbre transcurrió en medio del letargo de los discursos presidenciales.
Varios de ellos reiteraron ante la plenaria los ideales del fallecido presidente venezolano, Hugo Chávez, gran gestor de la Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños), como un organismo que en el futuro está llamado a impulsar una verdadera integración regional de Latinoamérica y el Caribe. Sin contar, obviamente, con la presencia de Estados Unidos y Canadá.
De ahí la ratificación que hicieron del compromiso de avanzar en una agenda para impulsar la cooperación sur-sur y actuar como un nuevo frente político, para lograr, entre otras cosas, la integración económica. Pero ojalá que primaran los hechos y no las declaraciones.
Un enunciado que en el futuro será ampliamente reiterado, pues la consolidación de este nuevo bloque en el equilibro de poderes en las Américas es el objetivo claro de sus promotores, aún sin metas y objetivos concretos, pero emparentados ya en los países que conforman la Alianza Bolivariana para América (Alba).
Al margen de los temas que coparon más atención como este de la integración, la cumbre fue un espacio propicio también para que Colombia recogiera elogios de los jefes de Estado por la evolución de los diálogos de paz con las Farc.
El presidente Juan Manuel Santos, sin embargo, no centró su intervención en este tema y prefirió referirse a las posibilidades económicas de la región. “Cómo crecer más rápido, cómo atraer más inversiones, cómo ser más competitivos”. Y coincidió con varios jefes de Estado en el imperativo de lograr la integración cuanto antes.
La declaración final de 80 puntos y 16 páginas incluye desde la lucha contra la pobreza hasta el cambio climático.
En el punto 56, los jefes de Estado reiteraron su apoyo al proceso de paz en Colombia, resaltaron los acuerdos logrados e instaron a las partes a continuar el diálogo.
Ya son dos años de la Celac, una organización de la que muchos seguramente no han oído hablar, que quiere convertirse en actor de primer orden, sin distinguir entre democracias y regímenes de corte dictatorial, y que tendrá su próxima cita en Costa Rica, en 2015, para seguir buscando diálogos, pero sin voces disidentes.
La celac es un avance en la integración, pero aún no está madura
Por Alejo Vargas
Profesor de la Universidad Nacional, analista, escritor y columnista
En el caso de la Celac, lo que hay es una evolución del llamado Grupo de Río, de diálogo político, que tiene a su vez un origen remoto en el grupo de Contadora, que creamos Colombia, México, Venezuela y Panamá.
Ese escenario evoluciona, obviamente impulsado por países como Cuba, que allí tenía un protagonismo importante, en la perspectiva de construir un mecanismo de integración regional, sin la presencia de Estados Unidos y Canadá. Es decir, lo que sería propiamente la comunidad latinoamericana y del Caribe. En este sentido, esta cumbre es un salto cualitativamente muy alto, pero eso no quiere decir que la Celac sea algo maduro. Todavía es una propuesta de integración regional. Está en construcción, y aún en su interior no hay completos consensos sobre qué papel puede jugar en la región.
Hay países que consideran que debe ser una continuidad del Grupo de Río, un escenario de diálogo, otros que piensan que debe ir más allá, que puede ser un escenario de integración que acoja resoluciones de mayor compromiso.
A pesar de eso hay un avance importante. Por ejemplo, frente a lo que fue la última Cumbre de Las Américas, aquí estuvieron representados, con excepción de Panamá, todos los jefes de Estado de América Latina, la ONU y la OEA, lo cual es muy importante. Esta cumbre fue significativa en la consolidación de la Celac, pero no compromete aún, más allá de decisiones de política.