Ni regalada recibiría una propiedad en la zona costera de Cartagena, decía el año pasado un alto directivo del Instituto von Humboldt. Aunque éste se dedica a otros asuntos, la pérdida de terrenos a lo largo del litoral Caribe es preocupante.
La semana pasada, el vicepresidente Francisco Santos, quien preside la Comisión Colombiana del Océano, informó que se realizan reuniones con los entes civiles y gubernamentales de las principales ciudades costeras para que se tomen medidas.
En Cartagena se sigue construyendo sobre la costa y es, decía Santos, casi una acción criminal.
Hace un mes se realizó un simposio para analizar la problemática, en el que incluso se presentaron algunos bosquejos de lo que será la segunda comunicación colombiana sobre el cambio climático.
En Cartagena, preferida por muchos colombianos para pasear y por gentes adineradas para hacerse a un apartamento al que llegue la brisa del mar, las noticias no son nada buenas. Ya lo advertía un estudio de Blanca Oliva Posada y William Henao, del Instituto de Investigaciones Marinas, el más profundo sobre el tema que se haya hecho.
Entre La Boquilla-Punta Santo Domingo se pierden 6 metros de terreno al año, y de ahí a Bocagrande se presenta fuerte erosión, como en las playas de Crespo y Castillogrande.
Los puntos críticos son, entre otros, el sector del Club Naval, la ensenada de El Laguito y lo que va del Hotel Hilton al Caribe.
No es una alarma infundada. En el centro de Santa Marta, las olas golpean las edificaciones de Los Cocos. Entre Verrugas y Tolú hubo que reubicar, al poco de construidas, cabañas de gentes del interior. La vía que va de Santa Marta a Barranquilla está amenazada en dos puntos de la llamada barra de Salamanca. En Tolú se perdieron 200 metros de terreno en medio siglo y en Turbo lo que es hoy la carrera primera fue antes la segunda: el mar se tragó la otra.
En La Heroica el nivel del mar ha subido 22 centímetros, sin decir que apenas en diciembre comenzó a funcionar el primer instrumento que permitirá conocer con exactitud el aumento en el nivel del mar.
Este se produce en cierta medida por el calentamiento global. No quedan dudas, pero hay otras acciones que inciden, provocadas por el más inteligente de los animales: destrucción del mangle, uso de arena de las playas para construcción, desviación de ríos (como el Turbo, cuya alteración causó un problema de enorme magnitud no remediado).
En invierno y en temporada de huracanes, el oleaje se come de 10 a 50 centímetros de costa cada año. Y se sabe que cada vez los huracanes transitan por el Atlántico con mayor fuerza.
El simposio permitió presentar el Plan Nacional de Erosión Costera del Caribe Colombiano. La ciencia ha aportado y sigue aportando lo suyo, pero si las autoridades y constructores no hacen nada, aquellas dejan construir grandes edificios a orillas del mar y éstos los venden a gentes del interior que gozan cuando el sol se oculta y sopla la brisa, sin percatarse de que en pocos años el sueño se derrumbará como el castillo de los niños en la playa, no hay nada que hacer sino, como nos gusta en Colombia, lamentarnos.
Decía el funcionario del von Humboldt, que entonces habrá que gastar fuertes sumas para salvar las propiedades de personas adineradas. Y no es mentira.
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