Un tigre pasa al pie del lago en el que, como si fuera bañera, se baña una mujer. O tal vez esté muerta. Ésta no tiene rostro. En el lugar de los ojos tiene unas gafas oscuras.
Es uno de los dibujos de Aníbal Vallejo. Él dice que esa mujer es Ofelia, la de Hamlet, de Shakespeare.
Hay lotos como platos flotando en la superficie del agua. Un escarabajo navega en una hoja. Los pálidos matices del cuadro apenas sí son iluminados por uno levemente menos tenue, en dos flores solitarias que habitan la parte del lago que se ve. Estas dos flores, a diferencia del resto de la obra que está hecha con lápices, están bordadas con hilos.
Diez cuadros conforman esta exposición del artista Aníbal Vallejo titulada De bichos y modas entre telas.
Los demás cuadros también tienen ese aire literario, de contenidos absurdos pero verosímiles, que tiene el descrito, el de Ofelia.
Y en todos hay seres sin rostros ni expresiones, salvo uno, el primero que elaboró, según cuenta, en el que una mujer, sentada en una silla, mira de frente al espectador El tono más vivo, el del bordado, está en la blusa y es violeta. Con esta obra le bastó para darse cuenta de que algunas personas que tienen acceso a su pulcro taller, se distraían un poco preguntándole, ¿y esa no es Fulanita? De modo que el artista optó por quitar rostros y expresiones.
Tal vez en otra obra altera esta idea. Es un cuadro en el que un hombre bebe vino en copa. En su cara están insinuados ojos, nariz y boca, pero no hay mirada ni expresión. Sin embargo, un rostro más concreto está en el personaje de la ilustración de su camiseta.
Es que Aníbal Vallejo encontró una forma de unir lo que sabe de diseño de modas, que estudió en la Colegiatura Colombiana, y las artes plásticas, las cuales ha aprendido en la vida y en la Universidad de Antioquia. Precisamente, él quiere que se note esa fusión.
"En esos cuadros hay referencia a personajes que conozco; las sillas son muy importantes para mí. Me interesan los volúmenes, pero lo más importante son los bordados. Son bordados artesanales, con los que busco dar una gestualidad", señala Vallejo.
Los fondos son simples, con pocos elementos que distraigan. Así nos habían enseñado Antonio Samudio y algunos retratistas del renacimiento.
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Y con esos bordados, puestos en determinadas partes del cuadro, no en todo, como si subrayara algunas cosas, sumado a ese otro aspecto de la falta de identidad en los personajes humanos y a la escasez de elementos en los fondos, es como si el artista quisiera incidir en ese aspecto casi libre del espectador, de decidir qué observa con más atención.
Y los animales, tan respetados por los Vallejo, también aparecen en esta colección. Además de los humanos, un tigre, un escarabajo, un gato, un ciervo y un conejo tienen participación activa, no de mero ornato, en los cuadros.
El tigre, porque "me enteré de que ellos disfrutan de mirarse en el espejo del agua" y en eso está; el escarabajo boga en la hoja del lago; el gato está en tratamiento médico con collar isabelino; un ciervo que se detiene a mirar a una mujer sentada, y el conejo, que mira a una mujer que no necesariamente es Alicia ni necesita habitar el país de las maravillas para estar, como está, sentado en un hongo gigante que crece en el suelo de la sala.
Y el curador de la muestra, Alberto Sierra, añade: "Estas obras son dibujos iluminados". Y añadió que este trabajo enaltece una labor que siempre se ha considerado artesanal: el bordado. Y de mujeres, salvo en Cartago, Valle.
Como es propio del arte, en De bichos y modas entre telas, hay un juego. O varios. En quedarse intencionalmente en medio camino entre el dibujo y la pintura; en las composiciones de los cuadros, de situaciones a veces imposibles. En los seres sin identidad. En la técnica de los hilos cosidos como nos cose la vida también juguetonamente a tantas situaciones aparentemente imposibles, absurdas, crueles o tontas.
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