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En el salón 9 del Colegio de Música de Medellín se conserva la mayor reliquia de esta academia que por estos días cumple 50 años de fundación: un piano alemán Zimmermann. Un piano bastante desafinado, con los martillos gastados, pero de sonido suave y pastoso.
Su primera dueña fue Marta Agudelo Villa, la nieta del ingeniero José María Villa, el mismo que diseñó y construyó el Puente de Occidente en Santa Fe de Antioquia. Una pianista muy talentosa que se graduó del Instituto Bellas Artes y fue profesora de la maestra Teresita Gómez. Ella, además, fue una de las fundadoras del Conservatorio de Música de la Universidad de Antioquia a finales de los 50. Doña Marta, quien falleció hace diez años, también creó el Colegio de Música de Medellín en 1972 en medio de la agitación política que se vivía por esa época.
Esta academia siempre ha estado en el mismo punto, el mismo callejón del barrio Laureles: Dg 75B #72-78. Es una casa gigante de fachada verde, de esas que se resisten a desaparecer. De su tipo quedan unas tres o cuatro en esa cuadra. Sus inicios fueron en el segundo piso, ahora solo funciona en el primero.
Raúl Maya es hijo de doña Marta y el actual director del Colegio. Dice que la concepción de la educación musical que tenía su mamá era muy particular: que la música se debe enseñar en salones de piso de madera con un buen piano y sin distracciones, que deben ser espacios limpios donde los alumnos caminen y salten descalzos para que sientan el ritmo de la música. Y así, tal cual, lucen hoy estos nueve salones donde los pisos son de madera y brillan.
“Ella decía que la música no era necesariamente para formar músicos, sino para aportar a la formación integral de los niños, para desarrollar en ellos un montón de cualidades para que sean personas más sensibles”, cuenta Maya.
En el salón 2 hay otro instrumento, otro tesoro: se trata de una pianola norteamericana de los años 20 que cuando se le abre la tapa emana un olor a madera fresca. Ahí se dictan, por ejemplo, las clases de lectura musical.
“Nosotros le damos mucha importancia a todos los tipos de música, desde la popular hasta la clásica. Es decir, en los años 70 logramos mediar entre esas posiciones, esa es una de las cosas más importantes que ha hecho el Colegio en su historia. Le dimos entrada al jazz que en esa época que era tan escaso. Aquí se creó la primera big band juvenil de Medellín bajo la dirección de Jaime Uribe; han salido grupos de rock y paralelo se trabaja la música clásica”.
Entre los alumnos que han pasado por el Colegio están el productor Juancho Valencia, el compositor Víctor Agudelo y el saxofonista Juan Fernando Giraldo Lopera “Guapito”, quien fue director de la Red de Escuelas de Música de Medellín.
Cantoalegre también tuvo sus inicios aquí: en junio de 1984 comenzó en esta escuela de música como un grupo conformado por Tita Maya, su creadora; Álvaro Maya; Claudia Gaviria y Beatriz Loaiza. Luego se convirtió en un coro y ahora es una Corporación Cultural.
En la actualidad, al Colegio de Música de Medellín asisten 180 alumnos con edades entre los 6 meses y 17 años: unos 30 profesores les enseñan ritmo, lectura musical y cómo tocar el piano, el violín, el saxofón, la guitarra, el clarinete y la flauta. Niños y jóvenes que reciben formación de música colombiana y clásica, triples y pasillos, pop y rock.
En su historial además está que ha recibido dos nominaciones al Premio Grammy Latino en la categoría Mejor álbum para niños: en el año 2001 con el trabajo Tralalá, una recopilación de canciones de doña Marta; y en el 2020 por el álbum Viva la Fiesta creado por Teresa Taborda y Alejandro Bernal. Sobre esto, Raúl cuenta una anécdota: ninguna de las dos veces han podido asistir a la ceremonia. En la primera ocasión por los atentados a las Torres Gemelas y la última debido a la pandemia del covid-19.
“En estos años le hemos enseñado música a gente común y corriente de Medellín, personas que estudiaron aquí y hoy son unos melómanos impresionantes con profesiones diferentes a la música. Si mi mamá estuviera viva estaría hablando de la importancia de la música desde la infancia y estaría muy feliz, ella era una fanática de todo esto, tenía una energía tremenda y era muy irreverente”, concluye Raúl Maya, mientras observa algunas de las más de 60 fotos que están pegadas en la entrada del Colegio, imágenes que lo devuelven en el tiempo