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El metrocable que alcanzó las nubes de El Picacho

Comenzó ayer la operación del sexto cable de Medellín. Tiene 138 cabinas y moverá 8.000 personas cada hora.

  • El sistema fue inaugurado sobre el mediodía. Sin embargo, se demoró alguna horas para comenzar la operación. Los usuarios esperaron la apertura en las afueras de las estaciones del sistema. FOTOS Edwin Bustamante
    El sistema fue inaugurado sobre el mediodía. Sin embargo, se demoró alguna horas para comenzar la operación. Los usuarios esperaron la apertura en las afueras de las estaciones del sistema. FOTOS Edwin Bustamante
  • El metrocable que alcanzó las nubes de El Picacho
  • El metrocable que alcanzó las nubes de El Picacho
Hasta que el metrocable se encaramó en El Picacho
11 de junio de 2021
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El metrocable de Picacho alza su vuelo con sigilo. De a poco, en silencio, va remontando la ladera occidental de Medellín. El ruido de la ciudad invade sus cabinas. Al comienzo de la ruta, un olor a campo se cuela y el mugido de una vaca siembra una duda en el viajero. Pero cuando mira hacia abajo se da cuenta de que es la Feria de Ganado. Hacia el Doce de Octubre, las calles se hacen intestinales y la ladera se escarpa más. Abajo se escucha salsa y una mujer da pecho a un niño en una azotea. Es la cotidianidad del primer día de operación comercial del cable.

Ayer, luego de tres años y tres meses de obras, se inauguró al fin el metrocable de Picacho, el sexto de la ciudad. Esa ladera, que se mira de frente con la nororiental, no tendrá nada que envidiar al cable que, del otro lado del río, le gana a la pendiente y se trepa hasta Santa Elena. Los vecinos de la estación Acevedo, en donde se comienza a remontar la ladera, le dieron la bienvenida al sistema. Con banderas de Colombia se asomaron a los balcones y saludaron.

El de Picacho tuvo un costo de $364.000 millones, aportados por la Alcaldía de Medellín, la Gobernación y el Metro. Tomás Elejalde, gerente del Metro, comentó que son 138 las cabinas que suben y bajan hasta El Progreso, la última estación. Cada hora el sistema moverá 4.000 personas en cada sentido.

“Es un gran aporte para la movilidad sostenible de la ciudad. El esfuerzo entre las instituciones fue muy grande para sacar este proyecto adelante (...) Suban para que vean cómo se ve de bonita la Feria de Ganado desde arriba”, dijo Elejalde.

El cable va de Acevedo, a la vera del río Medellín, y sube hasta El Progreso, un barrio enquistado en lo más alto de la ladera occidental. La vista es privilegiada desde ese vecindario. Al frente se ve la comuna nororiental y las lomas que llevan hasta Arví; hacia el norte, las montañas que se suceden hasta perderse; y, hacia arriba, la imponencia de El Picacho y el Cristo que, ante la grandeza del cerro, parece perder su divinidad.

Los beneficiados

Sobre las 12:00 del día, el presidente Iván Duque cortó la cinta e inauguró el cable de manera oficial. Pero el servicio no entró en operación de inmediato. Arriba, en El Progreso, un grupo de vecinos esperaba, a eso de la 1:00 p.m., que se abriera el cable. Por la televisión escucharon que el Jefe de Estado estaría en Acevedo. Movidos por la curiosidad, bajaron a la estación.

Rigoberto de Jesús Calle, uno de los curiosos, caminó media hora para conocer el nuevo sistema de transporte. Hace seis años vive en El Picacho, en una casa muy lejana, según comentó. Es pensionado y los fines de semana maneja taxi. Usa sombrero aguadeño que, junto a su piel apergaminada, le da aspecto de campesino. “Esta obra le va a servir a todos los barrios de acá para abajo. Estamos muy contentos porque, en bus, nos demorábamos hasta una hora y media para ir al Centro. Hasta Acevedo son solo 11 minutos de recorrido. Solo voy a bajar para volver a subir. La idea es estrenar”, dijo el hombre.

Daniel Quintero, alcalde de Medellín, expresó, durante la inauguración, que el cable va a beneficiar a 420.000 personas de las comunas Doce de Octubre y Castilla. El mandatario añadió, antes de que se cortara la cintilla, que son 32 los barrios impactados por el nuevo cable. “Es nuestra respuesta a una Medellín que todavía está sanando sus heridas, que todavía tiene violencias, que todavía tiene dificultades, pero que tiene vivo ese espíritu de gente trabajadora y luchadora que no se rinde”, comentó.

Llamada también por la curiosidad, Neyla Durango llegó hasta la última estación, sobre el mediodía. Bajo un sol abrasador, sin perder la paciencia, esperó a que el sistema retomara la actividad. Con humor, comentó que “nada más lleva 60 años viviendo en el barrio”.

Mirando las cabinas que subían y bajaban, aún sin pasajeros, dijo que nunca imaginó que un cable aéreo llegara hasta su vecindario. Como un rumor le llegó que el presidente y el alcalde, por allá abajo, en Acevedo, estaban en la inauguración: “Jamás pensamos tener un sistema de estos. Estar en Acevedo en 11 minutos es una ganancia, en bus se demora uno hasta media hora o 40 minutos. Esperamos que esto nos traiga el turismo”.

Ruth Mery Benítez llegó hace 36 años a lo más alto de la comuna. Es líder comunitaria desde hace cinco lustros. Todavía recuerda que hace años, cuando el barrio apenas crecía, la gente construía ranchos donde le era posible. De madera o material iban creciendo las casitas sobre la ladera. Frente al metrocable, reflexionó sobre las transformaciones que ha sufrido el vecindario: “Para coger un bus, teníamos que bajar por montes y caminos. Después construimos casas, calles y escaleras. Hasta los hogares comunitarios eran ranchos. Pero ahora tendremos un barrio nuevo, que es orgullo para nosotros”.

En El Progreso hay una entidad cultural que lleva 34 años tratando de construir sociedad a través del arte. Se llama Picacho con Futuro. Adrián Stivens Delgado, miembro del colectivo, dijo que el metrocable es un aporte a la movilidad sostenible de la comuna 6. Sin embargo, se preguntó qué uso se le dará al nuevo espacio público en las inmediaciones de las estaciones. “Nuestra propuesta es que los jóvenes se apropien de esas plazoletas. No tenemos espacios para desarrollar actividades de danza, por ejemplo. Hay muy pocos sitios de encuentro y esos nos pueden servir. Otra idea es que la misma gente haga murales y les dé color”, comentó.

Pese al optimismo despertado por la llegada del cable, Adrián advirtió que algunos problemas sociales persisten. “La presencia institucional es muy poca. Los problemas de medio ambiente son serios y la movilidad se ve afectada por los carros parqueados en las calles. En vez de aplicar sanciones, lo que debe hacerse es acompañar a las comunidades en un trabajo de pedagogía”, concluyó.

El metrocable llegó hasta El Progreso, una coincidencia casi poética. Esperan los habitantes de ese barrio que besa las nubes que sea el preludio de una época de ventura. Como el Cristo del cerro, ahora la ciudad también los abraza

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