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Coleccionistas de animales, padres que quieren complacer los caprichos de sus hijos o simplemente personas con la ilusión de subir de estatus son algunos de los perfiles de quienes compran fauna silvestre o exótica, incentivando así la red de tráfico que se esparce como plaga por todo el país.
En los últimos años este fenómeno criminal ha mutado. En diciembre de 2020, la Fiscalía General de la Nación anunció el uso, por primera vez, de la figura del agente encubierto para poner en evidencia a una red de traficantes que comercializa mamíferos, aves, reptiles y primates, entre otras especies, por grupos cerrados de Whatsapp, cuyos precios develados oscilan entre 100.000 y 1,3 millones de pesos.
La operación, que duró un año, fue liderada a través de la Dirección Especializada contra las Violaciones a los Derechos Humanos y la Dirección de Protección y Servicios Especiales de la Policía Nacional (Dipro), específicamente, el Área de Protección Ambiental y Ecológica.
‘Faunatic’ y ‘Exotic Colombia’, como se hacían llamar estos chats, estaban conformados por máximo 12 integrantes. La mayoría de las entregas de estos animales se hacía en ciudades como Barranquilla y Soledad (Atlántico), Bogotá, Cali, Medellín y Cartagena.
EL COLOMBIANO tuvo acceso a los detalles de esta operación encubierta en medios virtuales que permitió la captura de cuatro de los traficantes y la recuperación de 27 especies.
La infiltración en la red
Un año duró la labor del agente encubierto, quien logró penetrar en dos grupos cerrados de Whatsapp, dedicados a la cría, compra y venta de especies como tigrillos, guacamayas, búhos, entre otros. Estos también se comprometen a conseguir lagartos y otros tipos de reptiles exóticos.
“El policía encubierto se caracterizó como una persona que tenía poder económico, que poseía unas propiedades en zonas rurales del país, que tenía negocios en otras ciudades y que era amante de los animales, en especial de los silvestres o exóticos”, comentó el coronel Jhon Harvey Alzate Duque, director de Protección y Servicios Especiales, sobre la aplicación de esta técnica de investigación avanzada, que es avalada por el Código Penal, para infiltrarse al interior de estas organizaciones criminales.
Explicó que se crearon unos perfiles falsos en redes sociales, así como una nueva cédula, con ayuda de la Registraduría Nacional del Estado Civil, para evitar que se conociera su verdadera identidad”.
La operación contó con la ayuda de entidades bancarias y empresas de giros para el momento de realizar las transacciones de las compras de algunos animales como parte de la investigación.
El modus operandi
Según Alzate, el proceder de esta red de tráfico cambia constantemente para evitar ser detectados, por lo que fue una labor paciente y sigilosa lograr avanzar en el operativo.
Estos chats son, por lo general, depurados periódicamente o los eliminan para crear nuevos.
Para lograr acceder a los grupos, el agente encubierto, cuya identidad pidió ser reservada, se tuvo que ganar la confianza de los traficantes, ya que estos no ingresan a nadie que no esté previamente recomendado.
Ya adentro, a los miembros se les hacen preguntas sobre quiénes son, cómo llegan al grupo y qué especies poseen o les interesan adquirir.
Después de que se concreta la compra, los interesados deben pagar un abono por transacción virtual y los animales son “preparados”: a las aves les cortan las alas y a los mamíferos los amordazan y los amarran para ser camuflados en cajas a las que les abren huecos para permitir la respiración. Luego, son enviados por encomienda en buses de servicio público.
Las pruebas recolectadas por medio de la infiltración, como conversaciones, fotos y videos, ayudaron a dar con cuatro de los traficantes: Rafael Cruz Romero, alias ‘Ojitos’ o ‘Emmanuel’; Sebastián Bastos Peñaranda, alias ‘Sebas’ o ‘Andrés’; Alfonso Triana, alias ‘Miguel’, y Jeisson Humberto Triana, alias ‘Ángela’.
Una fiscal de la Dirección Especializada contra las Violaciones a los Derechos Humanos, cuya identidad también pidió ser reservada, les imputó los delitos, contemplados en el artículo 328 del Código Penal, por ilícito aprovechamiento y daño de los recursos naturales. Tres de los procesados aceptaron los cargos.
Un daño irreparable
Una de las conclusiones de la investigación es que las especies incautadas, por la corta edad, no podrán retornar a su hábitat. Además, por las modificaciones físicas a las que fueron sometidas muchas quedaron lisiadas de por vida. A esto se suma que el gran porcentaje de animales comercializados están en riesgo de extinción.
Catalina Díaz, bióloga y coordinadora de flora y fauna del Parque de la Conservación, afirmó que estas especies sufren bastante porque los traficantes solo tienen un interés monetario.
“Para poder sacar buen dinero al animal que se esté vendiendo, buscan la manera de reducir costos en el transporte y el manejo, lo que implica que estas especies no tienen las necesidades básicas cubiertas. Muchas veces, para facilitar su traslado, los hacen pasar por periodos muy largos de ayuno y de deshidratación con el fin de que estén callados. Incluso, a veces son sedados para poder ser empacados”, señaló.
Por su parte, Ana Ligia Mora, directora de Corantioquia, aseguró que cuando estos animales son recuperados por las autoridades se llevan a un hogar de paso que cuente con un equipo veterinario experto y se inicia un proceso para enseñarles nuevamente a cazar y a protegerse en un hábitat natural parecida a la suya, hasta que se determine si pueden ser liberados.
¿Cómo va Medellín?
La capital antioqueña, según la Fiscalía fue una de las ciudades donde más entregas de fauna se realizaron mediante esta modalidad virtual de tráfico, aunque la cifra aún no está determinada.
El coronel Julián Burgos, jefe de la Seccional de Protección y Servicios Especiales de la Policía Metropolitana del Valle de Aburrá, afirmó que en lo que va de 2021 se han recuperado 50 especies y se han capturado a tres personas por este delito, lo que señaló como una cifra preocupante. En 2020 fueron 980.
No obstante, agregó que este operativo con el agente encubierto evitó que muchos de los animales llegaran al mercado del Valle de Aburrá.
El caso más reciente de incautación de fauna silvestre en Medellín fue el de unas boas constrictoras que encontró la Policía Metropolitana: “Los ejemplares venían desde Magangué, Bolívar, pesaban entre seis y siete kilos y tenían una longitud de casi tres metros. Estaban dentro de una caja transportada como encomienda. No se sabe cuánto llevaban ahí ni cuánto transcurrió entre el envío y el momento en que las hallamos”, afirmó Burgos.
¿Cómo actuar?
“La mejor forma de luchar contra esta actividad ilegal es que,por nada del mundo, se compre fauna silvestre. Nos puede enternecer o podemos tener las mejores intenciones de ayudar porque vimos que los estaban vendiendo en carretera, pero siempre hay que decir que no y tratar de denunciar a las autoridades”, es la advertencia de Mora para combatir estas redes de tráfico de fauna que cada vez crean más modalidades para mimetizarse.
Si alguna persona es testigo de un caso de comercialización de animales silvestres y exóticos, puede llamar a la línea 123 de la Policía o a las autoridades ambientales correspondientes.
Y, ante todo, se recomienda no contribuir con estas cadenas de comercialización, que arrancan a los animales de sus ambientes naturales y causan un daño irreparable al ecosistema.