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El Congreso de Estados Unidos (EE. UU.) fue escenario de un agrio arranque del debate sobre la nueva ley de salud propuesta por los republicanos para derogar y sustituir la del expresidente Barack Obama, intercambio que puso de manifiesto el arduo camino que le espera al plan, que respalda Donald Trump.
Mientras Kevin Brady, presidente del Comité de Medios y Arbitrios y uno de los impulsores del nuevo plan, argumentó que la ley de Obama “se está derrumbando”, los demócratas fueron muy críticos al augurar que la reforma sanitaria actual, conocida como Obamacare, ha proporcionado acceso a la salud a más de 20 millones de estadounidenses que antes no tenían cobertura médica, y criticaron la propuesta de los republicanos que, entre otras cosas, prevé recortar las ayudas para los más pobres.
Además, aunque el liderazgo republicano y la Casa Blanca han respaldado el proyecto, la bancada conservadora no está unida alrededor de esta propuesta, y los ultraconservadores por un lado, y los moderados por otro, ya han expresado sus reservas.
De la mano del presidente de la Cámara baja, Paul Ryan, los republicanos esperan someter a votación los textos en apenas unos días para enviar la propuesta al Senado, donde la mayoría conservadora es más estrecha y el plan pasará todavía por más apuros.
Así, Trump, quien ya ha dado su beneplácito al nuevo planteamiento, ha empezado una campaña para apaciguar a los disidentes, como el senador próximo al grupo ultraconservador Tea Party, Ted Cruz, a quien invitó ayer a cenar a la Casa Blanca después de reunirse con otros congresistas conservadores para tratar ese asunto.
Los republicanos acusan al sistema actual de no ofrecer diferentes alternativas de seguros y obligar a los ciudadanos a adherirse a planes que pueden no ser de su gusto. Los más radicales conservadores también desmantelan las disposiciones básicas del Obamacare, incluyendo sus subsidios para ayudar a la adquisición de seguros médicos y la expansión del Medicaid, programa para el acceso sanitario a la gente con bajos recursos.
Sin embargo, los demócratas ya han presentado cientos de enmiendas con el objetivo de entorpecer el proceso y ayer usaron estrategias legales para retrasar el procedimiento, obligando, por ejemplo, a que los textos sean leídos por completo en las audiencias.
De hecho, la oficina no partidista de presupuesto del Congreso (CBO, en inglés) no ha podido aún analizar el contenido de las mismas y emitir un informe sobre su impacto, por lo que los demócratas reclamaron la necesidad de no continuar con el asunto hasta que dicho análisis sea público.
También aprovecharon para presentar enmiendas de corte político, como una que requiere al presidente de Estados Unidos hacer pública su declaración de impuestos, algo que sigue evitando desde la campaña electoral.