viernes
7 y 9
7 y 9
Desde el lunes llamó la atención en medios globales la misiva que publicó el diario The New York Times, como respuesta a una columna de Charles M. Blow titulada “Los principales rivales de Trump usan toga”, en la que 33 siquiatras y sicólogos —liderados por Lance Dodes, docente de Harvard, y Joseph Schachter, de la Asociación Psicoanalítica Internacional (IPA)—, coinciden en la idea de que Donald Trump tiene “la constante necesidad de moler la oposición bajo sus pies”.
Partiendo de eso, los académicos afirman que “comparten la preocupación de Blow” y que, a pesar de que desde 1973 existe la Regla Goldwater de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría —que prohibe a dichos profesionales calificar la salud mental de personajes públicos a menos que los hayan evaluado en persona y que tengan autorización de los mismos para expresar su diagnóstico públicamente—, temen que haya mucho en riesgo para permanecer callados.
“El silencio de las organizaciones de salud mental se ha debido a una sentencia autoimpuesta sobre evaluar figuras públicas. Pero este silencio ha llevado a un fracaso a la hora de brindar nuestra experiencia al servicio de preocupados periodistas y miembros del Congreso en este momento crítico”, argumentan.
De esta forma, aunque rompen con ese silencio de décadas, los sicólogos y siquiatras que firman la misiva creen que existen elementos para concluir que, cuando menos, el presidente de Estados Unidos sufre de “grave inestabilidad emocional”.
“El discurso y las acciones de Trump demuestran una incapacidad de tolerar ideas distintas a las suyas, lo que lo lleva a reacciones de ira. Sus palabras y comportamiento sugieren una incapacidad de empatizar. Individuos con estos rasgos distorsionan la realidad para que encaje en su estado psicológico, atacando hechos comprobables y a aquellos que los informan (periodistas o científicos)”, afirman.
“En un líder poderoso, esos ataques se tienden a incrementar, teniendo en cuenta que su mito personal de grandeza parece estar confirmado. Nosotros creemos que la grave inestabilidad emocional que indican el discurso y las acciones de Trump lo hacen incapaz de fungir como presidente”, concluyen los sicólogos.
¿Se puede concluir que el líder de la superpotencia tiene trastornos sicológicos, con base en estudios de sus discursos y acciones? EL COLOMBIANO consultó con expertos y encontró un consenso.
Para Juan Diego Tobón Lotero, miembro del consejo directivo del Colegio Colombiano de Psicólogos y docente de la Universidad Eafit, de Trump se puede realizar ese análisis dada su condición pública.
“Una figura política tiene condiciones que las personas del ‘común’, no tienen: la exposición a los medios (escritos, visuales, audiovisuales, entre otros), hace que lo privado desaparezca y que ello se convierta en público.
Las redes sociales, los medios, y el actuar público del ahora presidente Trump, muestran en gran parte su condición vital y con ello, así no sea totalmente suficiente, es posible hacer una lectura general de su estado actual. La sicología y la siquiatría en gran parte hacen lectura de las conductas de los individuos, y para ello se basan no sólo en su comportamiento, sino también en su lenguaje (verbal y no verbal)”, explicó.
Antonio Carlos Toro, siquiatra y docente de la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia, coincide en el sentido de que en base al discurso se puede tener un enfoque diagnóstico:
“Con el lenguaje uno podría más o menos hacer un diagnóstico y eso puede darle a uno parte del enfoque. Es decir, se pueden encontrar ciertas cosas sobre la salud mental de una persona. Se puede hacer una aproximación, aunque siempre es necesario hacer una valoración completa”.
En 1933, Adolf Hitler llegó al poder en Alemania entre una marea de ciudadanos iracundos, que querían frenéticos un desquite ante lo que consideraban “la humillación que sufrió la patria tras la Primera Guerra Mundial”. Tal como reflexionó décadas después el escritor Albert Camus, en esa época también había calado hondo la idea de pasar por encima del que pensara distinto.
“Para Hitler y sus seguidores, el único valor que importaba era la gloría de la nación alemana, para la que ningún sacrificio era grande. Como los judíos se interponían en el rumbo de esta visión, fueron exterminados”, escribió en su libro El Hombre Rebelde.
Para Tobón Lotero, este sería apenas uno de muchos ejemplos de líderes trastornados en la historia. “Que un rey como Herodes (según la tradición bíblica) haya asesinado a todos los primogénitos, da cuenta de situaciones que se salen de aquello que se considera ‘normal’. Personajes como Alejandro Magno, Gengis Kan, Atila el rey de los hunos, Napoleón y Hítler, han pasado a la historia no sólo por sus conquistas, sino por la forma en la que las han logrado. Es claro que cada momento histórico construye su manera de concebir lo normal y lo anormal, lo sano y lo enfermo en el orden de lo mental”.
Hoy se pueden ver mandatarios con comportamientos similares, tal como Rodrigo Duterte en Filipinas o Kim Jong-un en Corea del Norte. “Pero pareciera que hay algo que atraviesa a estos personajes: la dificultad en la construcción de vínculo empático con otros, y la eliminación de lo que se opone a su postura”, asegura el experto.
El peligro es que cuando esto ocurre desde el gobierno, ya no sólo esa situación y sus consecuencias implican a ese individuo, sino que implican al país al cual pertenece.
El problema radica en que según el contexto histórico y cultural, no necesariamente la sociedad “ve en ello una alteración, sino una posibilidad indudable de desarrollo”.