Sin un techo en el que mantenerse a la espera, el sol caía a plomo sobre el puerto de la ciudad siciliana de Catania. Desprovisto de las blancas luces fluorescentes de hospital, los pasillos del muelle los formaban una hilera de camiones listos para depositar su carga en los buques.
Con el tiempo cálido que se respira en la isla italiana, las aguas que se divisan al fondo se han convertido en una fosa común para miles de inmigrantes que piensan que es el momento de intentar alcanzar las costas europeas. Solo en lo que va del año, más de 1.600 se encuentran desaparecidas a unas pocas millas náuticas.
Ya con los pies en tierra, un superviviente de la última tragedia da cuenta de la magnitud del naufragio. Según su relato, cerca de 950 personas iban a bordo de la barcaza que volcó frente a las costas de Libia. Unos 50 de ellos serían niños y otras 200 mujeres.
“Pudimos salvarnos porque nos agarramos a los cuerpos de los cadáveres”, narra uno de los rescatados, en declaraciones recogidas por la prensa italiana. El fiscal de Catania, Giovanni Salvi, confirmó después que los traficantes habían encerrado a la mayoría de los tripulantes en un nivel inferior de la embarcación.
Solo han podido encontrarse 24 cadáveres y 28 supervivientes. Y son estos últimos los que llegaron anoche al puerto de Catania, después de haber recibido atención médica en Malta. Todos fueron recibidos por decenas de doctores, psicólogos y trabajadores de organizaciones humanitarias que aguardaron en una sala a cielo abierto. Dos traficantes fueron detenidos al interior del barco.
Giovanni Abbate trabaja como abogado para la Organización Internacional de las Migraciones (OIM). Y aunque su tarea es explicar las condiciones legales con las que se van a encontrar los refugiados a su llegada a Europa, asegura que lo único que se les puede preguntar en esos momentos es “si están bien o cuántas personas viajaban con ellos en la embarcación”.
La labor a la postre de quienes ofrecen asistencia a los inmigrantes es psicológica, porque como confirma Stefano Principato, presidente de la Cruz Roja en Catania, quienes consiguen ser rescatados “llegan casi siempre con traumas físicos y psicológicos”.