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Una semana después del paso del huracán Matthew por Haití, los equipos de Médicos sin Fronteras siguen sin poder ingresar por completo a las áreas más afectadas del sureste del país. Tampoco lo ha logrado el grupo de Christian Lindmeier, portavoz de la OMS, ni el de Paulina Ospina, una colombiana que representa a la organización Direct Relief en ese país, el más pobre de América.
El huracán arrastró puentes y carreteras, y la poca ayuda que ha llegado, insuficiente, ha tenido que atravesar la tragedia por aire y aterrizar en helipuertos y aeropuertos improvisados.
La urgencia es agua, alimentos y medicinas para atender a 1,4 millones de personas, y aunque hay más de 300 heridos y 175.000 alojados, contener una nueva epidemia de cólera es la angustia.
El cólera, una infección diarreica que de no tratarse provoca la muerte, ya dejó sin vida a 20 haitianos del sur y del suroeste en solo una semana, y a ellos se suman otros 279 que, producto de la catástrofe, han bebido agua de río o ingerido alimentos contaminados con el bacilo “Vibrio cholerae”. Todos están en riesgo de fallecer y de infectar a otros.
Los pronósticos complican el panorama. Según dijo en una conferencia Sylvain Aldighieri, del Programa de Emergencias en Salud de la OMS, “habrá al menos tres grupos geográficos de los brotes de cólera en el suroeste, en la cuenca del Artibonite, y en el Norte”, basándose en un modelo matemático que toma en cuenta la acumulación por lluvias, los patrones de agua, las poblaciones desplazadas y los factores ambientales.
Las condiciones sanitarias que resultaron de las inundaciones y desplazamientos por Matthew agravan la situación en Haití, donde desde octubre de 2010, cuando un terremoto causó la muerte de 300.000 personas, se reportaron más de 790.000 casos de cólera.
En la ciudad de Jeremie, en el sur, los equipos de Médicos sin Fronteras, según conoció EL COLOMBIANO en un informe aún no publicado, comprobaron que el hospital de referencia sufrió daños importantes y cuenta con poca agua y electricidad. Además, existen algunos casos de cólera y un número significativo de supervivientes con heridas infectadas.
En el municipio costero de Port a Piment, en el suroeste, la gente está bebiendo agua de fuentes no tratadas y ya se han presentado casos de cólera.
La situación es similar en la localidad de Petite Rivière, en el departamento de Nippes, donde bastantes personas presentan heridas en los pies fruto de las caminatas en las áreas inundadas, y mucha gente está bebiendo agua directamente del río debido a la escasez de agua potable.
Además, en los departamentos de Artibonite y Noroeste, varios centros médicos y centros de tratamiento de cólera están destruidos, al igual que las granjas, los pozos y las redes de distribución de agua. “Aquí, la población también está recolectando agua de ríos y otros puntos de agua no tratada”, muestra el documento.
Si bien la colombiana Paulina Ospina logró la titánica labor de enviar en menos de una semana medicamentos para 100.000 personas (en un Haití donde menos del 5 % de la población tiene acceso regular a tratamientos médicos), que incluyen Doxiciclina para el cólera, antibióticos, vendajes, suero y ungüentos para los hongos que provoca la humedad en la piel, la pérdida de cosechas y la propagación del dengue y el chikunguña también le preocupan.
“Tanto el cólera como las demás enfermedades se transmiten por agua contaminada, y si no hay sanidad adecuada y plomería necesaria para mantener el agua potable, la emergencia no podrá contenerse y los mosquitos se seguirán propagando”, alerta.
Lindmeier, de la OMS, explica que aunque los vientos del huracán se llevaron a buena parte de los mosquitos transmisores de dengue, las aguas represadas son el criadero perfecto, y hay temor. “Lo importante ahora es atender la emergencia, y ahora, sí sentarse a pensar en una solución a largo plazo para un Haití devastado”, concluye.