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Una frontera, el frío y la promesa de llegar a Ecuador

La capital de Nariño es punto de paso de caminantes y 1.815 venezolanos que se instalaron en la ciudad. EL COLOMBIANO estuvo en el lugar.

  • Frontera de Colombia con Ecuador. Algunos venezolanos atraviesan el país para llegar hasta allí, enfrentando las bajas temperaturas. FOTO Carlos Velásquez
    Frontera de Colombia con Ecuador. Algunos venezolanos atraviesan el país para llegar hasta allí, enfrentando las bajas temperaturas. FOTO Carlos Velásquez
19 de agosto de 2019
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455
mil habitantes tenía
Pasto para 2018, según la Alcaldía municipal.
132
mil venezolanos entraron al país bajo la modalidad de tránsito hasta mayo: Migración.

Caminantes que atraviesan la ciudad para llegar hasta la frontera de Colombia con Ecuador, semáforos en los que los venezolanos toman una pausa de su travesía, emprendimientos liderados por los que decidieron quedarse en la capital de Nariño y hasta bebés que nacen en la ciudad y que, a partir de este martes, podrán tener la nacionalidad colombiana.

Ese es el panorama que tiene este municipio del suroccidente del país con el fenómeno migratorio. En el departamento de Nariño hay 3.586 venezolanos, según el reporte que entregó en agosto Migración Colombia, de los que 1.815 están en Pasto, 991 en Ipiales y 513 en Tumaco, estos dos últimos, donde están los caminos que los conducen a Ecuador, país de destino de algunos migrantes en tránsito.

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Una población que cambia

Cuando Richard Calpa recorre las calles de la ciudad que fue su hogar durante más de una década nota esa diferencia. Hace cinco años se mudó a Popayán, pero siguió frecuentando el frío municipio para visitar a sus amigos. Entonces, notó algo: “La migración está cambiando a Pasto. Es una crisis que la absorbe de a poco”.

Basta con caminar tres cuadras para ver a grupos de personas con bolsos a cuestas, niños de la mano, zapatos desgastados y abrigos que intentan cubrir el más pequeño pedazo de piel para que esa temperatura de 11 grados centígrados, que puede bajar hasta 7 o menos, no se apodere de su cuerpo.

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Calpa cuenta que antes había pocos vendedores ambulantes, la gente no pedía dinero en los semáforos ni pernoctaba en las calles. Y ahora, cuando sale a la Avenida de los Estudiantes, la calle que comunica con la carretera que conduce a Cali, Valle del Cauca, o, en el otro sentido, hacia Ecuador, encuentra migrantes.

Los que caminan

Yormarlen hace una pausa de su trayecto de Pasto a Medellín mientras sostiene en brazos a su hija de un año, le da algo de comer a su otro hijo, de cuatro, e intenta sentar al mediano, de dos, que da vueltas a su alrededor. Salió de Venezuela el 15 de abril, atravesó Colombia para llegar hasta Perú, donde estaría su esposo, pero cuando llegó se dio cuenta de que él no pudo ingresar.

Ahora está rehaciendo esos pasos por Colombia para llegar hasta Medellín, donde espera encontrarse finalmente con su esposo. El motivo de migrar separados: él salió primero para buscar trabajo y tener la mayor estabilidad posible para el momento en el que llegara el resto de su familia.

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Es la 1 del mediodía, momento del almuerzo, y sus hijos sostienen un pedazo de torta. Esa es su comida. La temperatura marca los 11 grados centígrados, el cielo comienza a nublarse en señal de lluvia y Yormarlen solo espera recuperar fuerzas para seguir su ruta a pie hasta Medellín.

Lleva deambulando cuatro meses y es una de los migrantes en tránsito, más conocidos como caminantes, que recorren esa ciudad. ¡Cómo terminó caminando con tres pequeños! Ella lo explica: “Era un bien para ellos, una estabilidad y un futuro mejor que en Venezuela no hay”.

Yormarlen ya no camina sola. Está con cuatro compatriotas suyos que conoció en Tulcán, Ecuador, se hacen llamar los “hijos de Dios” y, dicen, acompañar a los venezolanos en la vía para “cuidarlos, para que no les roben lo poquito que tienen”.

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Autoridades, en observación

Esa es una realidad que conoce bien la administración municipal. Quien ha estado a cargo del tema es el subsecretario de Seguridad, Víctor Domínguez, el cual indica que “Pasto es una ciudad obligada, de paso, que los lleva hacia Suramérica, motivo por lo que tenemos muchas personas en condición de tránsito. El alcalde, Pedro Obando, asegura que su administración ha hecho “todo lo posible” para acoger a estas personas.

La situación migratoria llevó a que organizaciones como la Corporación Minuto de Dios, el Hogar de Paso El Peregrino, Asovenal, Colvenz y Unicef se instalaran en la región para atender a esta población. Y la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), también tiene la lupa sobre las dinámicas de esta zona del país.

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La representante Adjunta de Acnur en Colombia, Yukiko Iriyama, explica que Pasto es testigo de un cambio en los grupos de migrantes que llegan. “Están en situación vulnerable. Hay más mujeres embarazadas, niños en condición de mal nutrición, personas mayores, con discapacidad, quienes necesitan atención en salud, ayuda humanitaria”.

Datos de esa oficina indican que unas 600.000 personas han cruzado de Colombia a Ecuador, especialmente por el puente internacional de Rumichaca, que conecta a Ipiales con Tulcán. Pero así como unos llegan, otros retornan. Residentes indicaron a EL COLOMBIANO que desde esa frontera están saliendo buses que devuelven a los migrantes que no aceptó ese país. No obstante, este medio no vio esos vehículos.

Integrarse a Pasto

Luis Hernández es un venezolano que decidió quedarse y montó un puesto de comidas en el barrio Fátima. Como él, otros 27 migrantes fueron beneficiados con un programa de Acnur y el Consejo Noruego para los Refugiados, que tiene como objetivo respaldar emprendimientos de los foráneos.

Mientras Luis se queda, Yormarlen parte y otros de sus compatriotas atraviesan la capital de Nariño, una ciudad que atraviesa un cambio social por cuenta de la migración. Y, si los caminantes no logran cruzar hasta Ecuador, volverán a las calles que los conectan con el centro del país . n

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