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En abril la Universidad del Norte le concederá el Doctorado Honoris Causa a Salomón Kalmanovitz, lo que muestra la importancia que este agudo economista e historiador económico tiene para el país. Kalmanovitz es filosofo de la universidad de New Hampshire y tiene un posgrado en economía en el New School de New York. En la universidad Nacional fue profesor durante 28 años (1970-1998) y llegó a ser el Decano de la Facultad (1990-1993). En el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane) pudo terminar su importante investigación sobre la agricultura en Colombia. Kalmanovitz estuvo en la Junta Directiva del Banco de la República entre 1993 y 2005. Desde su retiro de la Junta, se vinculó a la universidad Jorge Tadeo Lozano de la cual es profesor emérito. Su curiosidad se refleja en una amplia obra que comprende investigaciones sobre desarrollo, historia económica general y sectorial, banca central e instituciones. Es uno de los creadores de la llamada nueva historia de Colombia, que innovó en la forma de hacer historia en el país, para hacerla más científica.
Más allá de eso, Kalmanovitz es un barranquillero fanático y conocedor del rock, escritor, columnista, profesor, y quien defiende el rol del “intelectual público”, el que debate grandes temas de la sociedad. EL COLOMBIANO habló con Kalmanovitz sobre las preocupaciones actuales y sus planes de investigación.
¿Qué nos puede decir sobre el Doctorado Honoris Causa que le concede la universidad del Norte en el próximo mes de abril?
“Me deja muy feliz porque es un reconocimiento a la vida y obra. Me lo confiere una universidad de mi ciudad. Estoy tratando de escribir algo a propósito, sobre la región Caribe y el origen de su pobreza. Es una ocasión para reflexionar sobre algunos trabajos que he hecho sobre el país y algunos pocos sobre la región Caribe. De forma afortunada, con Antanas Mockus en algún momento cuando estábamos estudiando la cultura ciudadana hicimos algunos trabajos en todo el país. Yo hacía el estudio financiero de los municipios y departamentos basado en cuentas regionales. Hicimos desde Maicao a Cartagena. En esta ocasión, voy a organizar esas ideas para mi discurso en el Doctorado. Voy a conversar con Meisel que tiene una idea muy formada sobre la razón de la pobreza en la costa, víctima del triángulo de oro del interior que la marginó. Yo hablaré de la inmensa concentración de la tierra, la baja tributación y los pocos bienes públicos que jugaron un papel en ese pobreza. Mientras que en el interior había la presencia de campesinos relativamente prósperos. La costa se desindustrializó, aunque hubo industrias que lograron resistir y hoy compiten incluso en Estados Unidos”.
¿Cómo ha ido evolucionando en el tiempo en sus apuestas ideológicas?
“En Estados Unidos viví una época de muy intensa ideologización, con un movimiento estudiantil muy radicalizado contra la guerra de Vietnam, pero también había una lucha social por los derechos de los minorías. Todo eso fue un elemento formador muy importante en mi inclinación política e ideológica. Antes de irme a Estados Unidos yo estudié un par de semestres de ingeniería en la UIS donde conocí y oí hablar a Jaime Arenas que era un gran orador y también me impresionó y me aproximó al programa de la izquierda que era fomentar los cambios sociales. En Estados Unidos adquirí muchas herramientas teóricas en economía política. El marxismo que yo desarrollé está basado en la escuela anglosajona que es muy empírica. Tuve influencias de la gente Montly Review, pero los que más me influyeron fueron los de New Left Review, una revista inglesa mucho más abierta y más moderna y tenía elementos de historia ye historia económica. Hice mis primeros pinos yo solo con esas lecturas más que el New School que era más una escuela socialdemócrata, donde la formación era la de la escuela poskeynesiana, una macroeconomía muy caracterizada por la influencia de Minsky sobre todo en el estudio de las crisis financieras. En mi formación también recibí las enseñanzas de mi profesor de microeconomía que conocía muy bien a América Latina. Esas fueron las tres bases de mi formación: el marxismo, una micro muy aceptable y una macro moderna keynesiana con un profesor que conocía bien la materia y también la crítica a la síntesis neoclásica-keynesiana. Yo vine a Colombia armado de esas herramientas y eso me dio mucho combustible para hacer el análisis de la realidad colombiana. Llegué entonces con esa perspectiva ideológica pero también con esas bases teóricas diversas. Esas bases se han combinado a lo largo del tiempo en distintas dosis. Al principio era muy radical pero poco a poco fui dejando el marxismo. Quedo en la base del pensamiento esa visión materialista de la historia. Lo que permitió que mucho más adelante, estando en el Banco de la República, llegara al neo institucionalismo, que absorbí rápidamente. Hoy en día con esa combinación de elementos trabajo los temas. De vez en cuando le meto una hipótesis marxista a lo que estoy trabajando. Siempre conservo esos elementos keynesianos, basados en la lectura de Keynes, y la hipótesis de inestabilidad financiera de Minsky. Me ayudaron mucho en la comprensión de la crisis de fin de siglo en Colombia, creo que estaba un poco mejor preparado para entenderla que muchos de mis colegas en la Junta. Sobre si hubiera habido alternativa a lo que se hizo en esa crisis no he pensado mucho, creo que en ese momento se hizo lo que se podía hacer, de pronto no metería el freno de duro como se metió, pero era necesario frenar. Había una fuerte fuga de capitales y problemas en el sistema financiero y tocaba hacer algo drástico”.
La economía está muy débil ¿Cuál cree que es la causa?
“Estamos viviendo las consecuencias del auge de las materias primas, nuestra reprimarización. Creo que en los gobiernos pasados hubo una imprevisión muy grande: no se preocuparon en sembrar la bonanza, en ahorrar fuera del país esos recursos que estábamos recibiendo. La historia hubiera sido muy diferente si hubiéramos creado un fondo de inversión soberano endólares como lo hicieron Chile y Noruega, la idea era ahorrar esos ingresos afuera sabiendo que eran extraordinarios. Hubo una gran voracidad en las élites durante los dos grandes momentos de auge 2006-2010 y 2010-2015, durante los cuales no entendieron que había que gastar menos y ahorrar más. La recesión hubiera sido menos intensa, una ralentización de la economía menos fuerte de la que se dio, una devaluación menor y una inflación menor. Hubiéramos tenido una situación similar a la de Perú, pues ese país hizo lo correcto, ahorró como también lo hizo Chile, que tampoco vivió una situación como la nuestra. Tuvimos una devaluación del 90%, Chile una de 12% porque tenía una munición para enfrentar los momentos críticos de la caída de los precios de las materias primas. Esos países sufrieron el destorcerse esos precios, claro está, pero mucho menos de lo que sufrimos nosotros”.
¿Qué hacer con el petróleo?
“Colombia tiene muy pocas reservas de petróleo de pozos convencionales. Sería necesario ensayar el fracking, pero me temo, conociendo el país, la ausencia de rigor, que no lo manejemos bien. Me parece necesario tener un colchón de recursos externos, un fondo de ahorro, y que esta vez lo administremos bien. Con rendimientos que sirvan para hacer inversiones en infraestructura, en educación, fomento de los bienes públicos y en investigación en ciencia y tecnología. Todo eso le daría al país la capacidad de diversificar su estructura productiva y sus exportaciones. Eso viene por sí solo, si hay una masa crítica de físicos, químicos, biólogos, ingenieros y también científicos sociales, que hagan investigación y desarrollo. Todo ese conocimiento se derramará por toda la sociedad y generará la posibilidad de manejar mejor los recursos naturales. No se trata de decir que no se quiere saber nada del petróleo ni de los recursos naturales. Por ejemplo, la biología es importantísima y hay muy poca gente estudiando esa carrera. Los recursos naturales hay que usarlos y usarlos bien. Deben servir para darnos un impulso como si fueran una garrocha para poder ahorrar y tener recursos para invertirlos en esos bienes públicos de los cuales carecemos”.
¿Habría que hacer una apuesta con energías alternativas?
“Sí, ser menos dependientes de los fósiles para nuestro propio suministro. Colombia cuenta con las fuentes de energía hídrica y eso también nos puede servir en el futuro. Pero hay que complementarla con la energía solar y eólica. Hay que tener una mezcla apropiada de diversas fuentes energéticas. No vaya a ser que venga un Fenómeno del Niño, seque los ríos y nos deje abocados a un racionamiento. Nos falta más previsión en la administración de esos recursos. Se necesita un pacto político entre las élites con una visión de largo plazo y crear un fondo soberano que evite los problemas de una destorcida de precios de las materias primas”.
¿Cuál su visión de esta economía en el futuro?
“Si se hacen bien las cosas podíamos tener una economía que aproveche nuestra dotación de recursos. El agua, que debe cuidarse mejor con manejo de bosques, reforestación, ríos y administración de las cuencas. Con los recursos naturales que disponemos podríamos tener una sociedad prospera y diversificada. Si hacemos inversiones en educación y en ciencia y tecnología iremos en buena dirección. Ahorrar sobre la renta que pueden producir los recursos naturales debería servir para esos propósitos. Existe la necesidad de un gran pacto político de las élites que se comprometan con eso, que por ahora no veo”.
¿Y cómo ve el arranque del gobierno ?
“Interesante la apuesta hacia la moderación. Veo que se están imponiendo las visiones más excluyentes, que no convocan. Le ha costado lograr consensos para la reforma tributaria o de justicia. Está en un pantano del cual no ha podido salir”.
¿Cómo ve la ley de financiamiento?
“Muy bueno que se hubieran centrado en impuestos progresivos: renta, patrimonio, saludables (me oyeron en lo de las bebidas azucaradas). Se movió la opinión y como el Congreso de la República estaba dividido se lograron acuerdos interesantes que permitieron que la ley tuviera esa característica. Al mismo tiempo hay una gran cantidad de regalos, las exenciones, y rebajas de impuestos empresas, que debieran hacerse, pero con aumento de impuestos a las personas naturales. Con el plan original se veía venir un déficit amenazante en 2020-2022, con esta es peor porque se recauda la mitad. Con menor recaudo y se siguen haciendo los mismos regalos. En dos años estaremos abocados a una reforma mucho más radical”.
¿Cómo debería ser una reforma que solucione estos problemas de una vez por todas?
“Primero haría una estructura basada en el impuesto a la renta y en el impuesto a las personas naturales, antes que el impuesto a las empresas. La relación es como 7 % del PIB para las empresas y 1,5 % (ahora llega a 2 %) para las personas y la mezcla debe ser al revés 3 % - 4 % y 7 % - 8 %. Veo necesario un IVA más universal, con tanta informalidad es la única forma de que tributen, pero debe hacerse de forma gradual. A pesar de la corrupción, el Estado cumple sus funciones en salud, subsidios a las familias, vivienda. Esa corrupción, que se ha venido haciendo pública a partir de las investigaciones en Brasil y Estados Unidos, aunque es bueno para que los ciudadanos entiendan la magnitud de la corrupción, es saludable para la sociedad”.
¿Y la justicia estará bien preparada?
“No, no lo está. Y también va a haber presiones para que cambie. Y para bien. La Fiscalía que tiene tanto poder, que en el futuro van a haber posiciones que quieran una reforma a la justicia con Fiscalía menos poderosa y por lo tanto menos susceptible a la corrupción. Poder absoluto, corrupción absoluta. Tampoco está funcionando muy bien la Corte Suprema, como se ha hecho evidente con ciertos escándalos, ni la Corte Constitucional, lo que nos lleva a la necesidad de una reforma a la justicia muy profunda que parece no va a ser pronto”.
¿Y la reforma pensional debe hacerse?
“Debe hacerse. Son los altos funcionarios públicos y los congresistas los que están apropiando del grueso de las pensiones. Eso debe cambiar. Me pareció negativo de la reforma tributaria que no gravaran a las pensiones altas. Hubiera sido muy progresivo que se devolviera al fisco lo que nunca debió haber salido. Unas pensiones estrafalarias con respecto a las necesidades de una persona mayor que cada vez consume menos. Antes que nada, hay que hacer más equitativo el sistema. En Chile —aunque no conozco muy bien el sistema pensional, sé que el privado es muy parecido al colombiano— están empezando a pensionarse los primeros trabajadores, y recibiendo pensiones muy bajas en relación con el salario que tenían. Están pensando en compensar a las pensiones que quedan por debajo del mínimo de subsistencia. Tiene que haber un sistema mixto. Un sistema sostenible con una pata privada y otra pública, pero con una compensación a la chilena, también debe haber igualdad entre la edad de hombres y mujeres (tienen una expectativa de vida más alta) y subir la edad de jubilación a los 65 años. Un sistema sostenible debería tener un pilar privado, pero con un complemento para las pensiones que no alcanzan un mínimo vital”.
¿Y qué otro tipo de reformas se requieren?
“Creo también que es cierto que el sistema público universitario está desfinanciado, pero también tiene un problema muy grave de corrupción y muchas universidades públicas en las regiones están tomadas por los políticos. En las grandes universidades públicas no se asignan bien los recursos y en muy buena parte se hubiera podido evitar ver a los edificios cayéndose si se hubiese creado un fondo de depreciación para hacer mantenimiento dependiente de los profesores, tienen demasiado poder y en muchas ocasiones no prima la meritocracia. El sistema público debe pensarse en términos de en qué se está fallando. Si existiera meritocracia las cosas serán mejores, la productividad aumentaría al doble posibilitando, por ejemplo, reducir la deserción, que hoy es altísima. A la educación pública en secundaria también le falta meritocracia en la contratación, está compartida por el sindicato. En el sistema público es posible tener una política de mejoramiento de la calidad. Uno de los grandes problemas de los bachilleres que salen de la educación pública secundaria es su bajo nivel por la educación deficiente que recibieron , mientras que en el sistema privado, sobre todo los colegios elitistas, la educación es de excelente calidad. Eso es discriminatorio. No se me ocurre decir que el mejor modelo es el privado, pero sí puede ayudar, a través de la adopción, a las escuelas públicas a tener mejor organización de sus programas, métodos de trabajo y ejercicios, y contribuir a obtener mejores resultados en la educación de los muchachos como pensadores, científicos y lectores”.
¿Cómo ve la formación de los economistas?
“He visto un enorme progreso. Me tocó la primera reforma en la Nacional pensada por Lauchlin Currie pero implementada por nosotros. Teníamos más o menos el mismo pensum con La Universidad de los Andes. En economía no había 50 publicaciones y hoy hay miles. Hay universidades privadas de muy buena calidad, que están generando doctores de muy buen nivel. En eso la universidad pública se ha debilitado mientras que las universidades privadas de élite se han fortalecido. No solamente en Bogotá, sino en Cali, en Medellín, y en Barranquilla, las privadas se alimentan con doctores egresados de las privadas de élite. No está llegando la mejor gente a las públicas, a pesar de que un salario en esas universidades es competitivo después de un tiempo. No se ve movimiento en las públicas que son capturadas por ciertos grupos de profesores, mientras que en las privadas se traen extranjeros, hay muy buena dinámica. La profesión se ha extendido están llegando diferentes opciones de economía experimental. Incluso que están alimentado la discusión pública. Por ejemplo, en la discusión sobre la reforma tributaria ha habido participación de diferentes universidades y grupos de opinión. Dejusticia quiere demandar la Ley de Financiamiento por haber sacrificado el tema de equidad dentro del articulado final. Si prospera la demanda será una camisa de fuerza, que se van a saltar seguramente, pero en la discusión pública se logró incluir algunos temas como los impuestos saludables”.
¿Qué lecturas está haciendo?
“Cosas que alimentan mi trabajo como historiador. Un ejemplo es este libro de Carlos Marichal, La crisis financiera del imperio español, casi no leo últimamente literatura. Tengo una carga tremenda de lectura en mi investigación y eso me deja sin fuerzas para las novelas, aunque estoy tratando de terminar el último libro de Tomas González, “Las noches todas”.
¿Qué nos puede adelantar sobre su última investigación?
“Estoy investigando sobre la historia de la industria colombiana con Carlos Brando. Estamos encontrando que el problema de la industria, su desindustrialización, no fue la apertura, sino la enfermedad holandesa. Un recurso natural con una alta renta, que abarata las importaciones, desplaza los bienes transables y socava a la industria. Voy a publicar próximamente las cuentas fiscales del federalismo y La Nueva Historia ya completa su cuarta reimpresión”.