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Las acciones de los ciudadanos definen un país. No necesariamente la herencia recibida por estar contenida en una geografía específica. Esas acciones son distintivas de las culturas, y al final de cuentas, son lo que hacen pensar que Alemania es lo que es por sus personas. Igual sucede en Uganda, Brasil o Singapur.
Encontrar el poder magnético de Colombia, implica revivir de mejor manera su historia. Resaltar lo que hoy sería valioso. Sin desconocer las tres carabelas, poporos Quimbayas, tráfico de oro, floreros de Llorente, batallas en puentes y otras tantas, la historia de Colombia puede contarse de una manera diferente. Abogar por un nuevo historicismo. Más aún, ir un poco más lejos y eventualmente concebir momentos estelares de Colombia, como lo hizo Stefan Zweig con su libro Momentos estelares de la humanidad (libro muy recomendado).
En el libro Momentos estelares de Colombia, podrían resaltarse esas acciones dignas de orgullo y motivación, historias que admitan pensar en una nueva forma de independencia. Aquellos pequeños instantes que llenaron de lucidez a los nacionales como para tomar decisiones que cambiaron el curso de la historia de manera positiva. Dejar de lado la historia tradicional, la que queda definida con armas, pleitos, guerras y muertes, por una que resalte otro tipo de actitudes que motivaron cambios trascendentales. Se vienen a la cabeza varios momentos estelares.
El liderazgo nacional en la segunda mitad del siglo XIX con el apoyo moral que le ofreció a Paraguay reconociendo su soberanía cuando enfrentaba uno de los genocidios más terribles bajo la injusta guerra de la triple alianza (Argentina, Uruguay y Brasil).
En paralelo y al mismo tiempo que sucedía en Broadway, NY, el proceso de gestación de uno de los más importantes motores de desarrollo de Bogotá, Cali y Medellín se dio origen a las primeras iniciativas privadas para generar electricidad y alumbrar las noches o darle potencia a motores que reemplazarían la fuerza animal.
La valentía y la decisión de conectar territorios escarpados en departamentos montañosos buscando llegar al río Magdalena por una ruta de comercio más eficiente y económica. La construcción de los ferrocarriles de Antioquia en la primera mitad del siglo XX, se apoyaron en la bonanza aurífera para lograr una diversificación comercial en el departamento que admitiera agricultura y la ganadería en la región. También sirvieron para impulsar la red ferroviaria en el resto del país mucho más adelante.
Por la misma época, y haciéndole frente al mismo problema de conectividad nacional, en un país selvático y de geografía agresiva, en una apuesta conjunta entre alemanes y colombianos visionarios, se fundó la que es hoy la aerolínea más antigua del mundo con operaciones ininterrumpidas, Avianca (antes SCADTA).
A finales del siglo XX, la osadía de industriales que atemorizados por el actuar sin reglas y la violencia terrorista de grupos narcotraficantes, decidieron mantener la propiedad de compañías sanas y con ideales de gobierno corporativo, comandadas por acciones. Lograron un “enroque” que evitara la participación de intereses no éticos en la industria nacional.
Estas, como muchas otras historias que vienen diluyéndose en el tiempo porque siempre se contaron las mismas, son las que definen el carácter de los colombianos. Son las que realmente hacen de Colombia, el país que es. Son las que vale la pena resaltar para contar una nueva historia y enamorarse de defender lo que en este país se puede contar.
