En enero de este año la justicia china dictó pena capital en contra de un ciudadano canadiense responsable de delitos de narcotráfico. En efecto, el gigante de Asia es uno de los contados países del mundo que consideran tan grave el tráfico y contaminación de drogas de su país como para normar, de la manera más extrema, las penas aplicables a quienes incurren en este tipo de fechorías. Las ejecuciones públicas, hasta hace pocos años, de grupos de ciudadanos incursos en estos delitos se utilizaban, además, como una herramienta para publicitar hasta dónde la administración es seria en la aplicación de sanciones al consumo y comercio ilícito de estupefacientes.
Ocurre que una de las fronteras más porosas de este país, la que lo separa de Birmania se ha convertido crecientemente en un principalísimo centro de distribución de la heroína hacia la propia China y hacia el mundo. En la medida en que los controles policiales de Hong Kong se han estado endureciendo para evitar esta lacra, China ha acogido, por falta de vigilancia, la actividad subterránea y se ha transformado en una plataforma de distribución de peso en el narcotráfico mundial. Es preciso mencionar en este punto que Birmania es el segundo productor mundial de heroína detrás de Afganistán, y que su frontera con China alberga un hervidero de problemas gracias al nivel de pobreza de la región y de la volátil situación birmana.
Pero hoy por hoy, no son las drogas convencionales las únicas que les quitan el sueño a los líderes del gobierno y del partido comunista. Otro tipo de narcóticos sintéticos está invadiendo masivamente el mundo desde China. Fentanyl es el nombre de esta nueva sustancia manufacturada allí y cuyo poder destructivo para sus consumidores es cientos de veces superior al opio o la heroína. Su demanda en EE.UU. y en el exterior ha crecido de manera exponencial en los últimos años, y el negocio de su comercio presenta cifras muchas veces más atractivas que el de cualquier otra sustancia de este género.
La sustancia fue sintetizada en los años 60 para uso anestésico-quirúrgico, pero es a partir de este siglo cuando se comienzan a encontrar rastros del comercio desde China hacia Estados Unidos. En 2013 había menos de 1.000 casos reportados de manejo irregular y consumo de esta sustancia, pero el año pasado, los casos sobrepasaron los 59.000. Y peor aún, las dosis fatales de uso de Fentanyl sobrepasaron en EE.UU. las 74.000 en el último año.
Así pues, este es otro terreno en el que China se está destacando por ubicarse en uno de los primeros lugares a escala planetaria. Una sola ventaja tiene por encima de los demás países y es que lo que sostiene el comercio de estas sustancias no es la demanda interna del consumidor chino, sino la que se origina por fuera de sus fronteras y particularmente en EE.UU. Lo negativo, de acuerdo a los entendidos en la materia y en la opinión de los organismos de vigilancia binacionales, es que la industria existente en suelo chino ha estado consolidándose de manera creciente gracias a la poca vigilancia que se ejerce sobre sus actividades. La dramática realidad es que si bien las normas por consumo de opioides son exigentes y punitivas, la vigilancia que el país ejerce sobre su propia industria farmacéutica y química es casi nula.
Una realidad es palmaria y corresponde a los últimos 4 años. Las dosis ilegales de Fentanyl producidas en China y enviadas por correo hacia compradores norteamericanos son hoy las dosis estadísticamente más fuertes y las más fatales.