Por Lorena Mejía León
Pues sí, también sentí pena ajena con la alharaca y falso escándalo con el dichoso diablo de los alumbrados de Medellín, que al final era el mismo de los Carnavales de Riosucio y similar al de tantas festividades de pueblos colombianos que ni se rasgan las vestiduras ni quedan convencidos de que se van a ir para el infierno por hacer una parodia. Me gustaría ver cuántos de los que se santiguaron y escandalizaron con “el patas” viven de verdad y aplican el Evangelio que quieren imponerles a los demás. Pero también dejaron ver una arrogancia tremenda al decir que la Navidad es solo para los católicos y que es exclusivamente una festividad religiosa. Maravilloso que al católico practicante esta época le traiga tanto recogimiento y piedad, pero no pretendan que el resto de la gente no tenga derecho también a vivir sus propias ritualidades y encuentros familiares, festivos y de amistad, incluso que canten el burrito sabanero y toquen pandereta y las maracas. La época decembrina tiene múltiples formas de celebrarse en el mundo entero, y los unos no deben imponerles su propia forma de celebración religiosa a los demás ni los otros imponer su consumismo a quienes no quieran vivirla como festividad del comercio. Vivir y dejar vivir, y todos en (santa) paz.