Hay un cuento que muchas veces comparto con quienes atienden a mis talleres de liderazgo. Es un cuento inspirador para el desarrollo personal, pero en estos días pensé en este cuento en función del desarrollo de una ciudad. ¿Qué necesitamos —me estoy preguntando en estos días— para convertir nuestras ciudades y nuestros barrios en comunidades de alto rendimiento?
Esta es la historia: Un campesino encontró un huevo de águila y lo puso en el nido de una gallina. El huevo del águila eclosionó con la cría de polluelos y creció con ellos. Toda su vida el águila hizo lo que hicieron los pollos, pensando que era uno de ellos. Escarbó la tierra en busca de gusanos e insectos. Cacareaba y se reía. Agitaba sus alas y volaba unos pocos metros en el aire. Pasaron los años y el águila se hizo muy vieja.
Un día vio a un magnífico pájaro muy por encima de él en un cielo sin nubes. Se deslizaba en majestuosa elegancia entre las poderosas corrientes de viento, con apenas un batir de sus fuertes alas doradas. La anciana águila miró con asombro. “¿Quién es ese?”, preguntó. “Ese es el águila, el rey de las aves”, dijo su vecino. “Él pertenece al cielo. Nosotros pertenecemos a la tierra, somos gallinas”. Así que el águila vivió y murió como una gallina, porque eso es lo que él pensaba que era.
Ciertamente es triste pensar que es posible vivir toda una vida sin desarrollar nuestro potencial. Pero este triste destino le puede pasar también a algunas comunidades que no logran desarrollar su potencial, que se limitan a vivir como gallinas, sin saber que en realidad son águilas y que es posible volar alto.
Cuando esto pasa, es debido a condicionamientos sociales, económicos y hasta culturales que imponen la convicción de que no es posible romper los patrones establecidos y crear un destino alternativo. Es la condición donde el pasado determina el presente, que a su vez se convierte en un eterno presente. Es una prospectiva donde hace falta la imaginación de un futuro posible. A una comunidad le puede pasar esto cuando se vive en un estado permanente de desesperanza y de renuncia. Durante muchos años, en Italia, la ciudad de Palermo antes de despertar como águila, fue una comunidad que vivió abandonada a un destino mafioso.
Hoy en día se pueden desarrollar comunidades de alto rendimiento si se fomenta un orgullo sano. Porque el orgullo es el sentimiento de quienes son conscientes de su valor y de su potencial. Tienen orgullo quienes, siendo águila, se niegan a vivir como gallina. Medellín, sobre todo en los territorios más golpeados por la desigualdad, es una ciudad rica en líderes culturales y sociales que saben ser águilas y que se han negado a vivir como gallinas, a pesar de que muchas veces su entorno les sigue repitiendo que son gallinas. Hoy para Medellín el reto (hasta en términos de seguridad) es apoyar a estas águilas, para que puedan volar aún más alto y así despertar en muchos la conciencia de que ellos también son águilas.