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Juan José García Posada
Columnista

Juan José García Posada

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¡Al circo, al circo, señores!

Por juan josé garcía posada

juanjogp@une.net.co

Algo bueno le abono a la desastrosa alcaldía actual: Por fin parece coherente, ha obrado conforme con su idea de gobernar y ha correspondido al querer lúdico general, con la apertura del Festival de Circos. Aunque no se permita la actuación de leones, tigres y elefantes, ni siquiera de micos, tal vez por un remilgo respetable de los extremoanimalistas, vuelve a la ciudad el espectáculo de espectáculos, el máximo centro de atracción para niños y viejos, el ingenioso factor de encuentro de generaciones: el circo, demostración admirable de simpatía, temeridad, destreza y vocación altruista.

Recuerdo con alegría el Royal Dumbar Circus, que se presentaba hace más de medio siglo por allá en los terrenos entonces desolados de San Diego, camino a El Poblado, cerca de las viejas oficinas del Tránsito y del Colegio San Carlos. Luego nos entretuvieron a los niños el Razore, el Egred Hermanos y algunos más que instalaban sus caravasares rodantes al pie de las carpas y permanecían semanas y meses, hasta que les rindieran las despedidas interminables (se despide más que un circo). Por supuesto que no podían faltar los payasos y sus estrambóticos uniformes y zapatos, tampoco los audaces motociclistas corriendo en el interior de los globos metálicos, ni los trapecistas y sus maromas espeluznantes, ni la banda que imponía la tónica musical de alegría y suspenso.

Más de uno debió soñar con enrolarse en la familia del circo para conocer el mundo. Tal era y sigue siendo el magnetismo de ese invento espléndido del talento humano, común a todas las culturas. Es una noticia de verdad sensacional el retorno del policromo aparataje circense. Que llegue, pero se quede. Que se despida todos los días y nunca se vaya. Pero va a encontrar competencia potentísima, demasiado ventajosa, tejida a la vida misma de la ciudad, así carezca del atractivo y el encanto legendario del circo prístino, el de todos los tiempos, el que nos cautivó de niños, el incomparable. Y es que ya tenemos una réplica, una representación extravagante y perniciosa del circo: En escenarios públicos y privados, en los contornos de la Alpujarra y del Concejo, en todos los rincones donde se teje la mala política, en desafío a la racionalidad, en rechazo manifiesto de la misión de construir el bien común y en testimonio aberrante de frivolidad, superficialidad, irresponsabilidad y abuso de la fe pública.

Bienvenido, el circo auténtico, el de todos los tiempos. Y que algún día se despida y se vaya el circo dañino que le montó competencia, al amparo de los intereses creados. Como entonaba el animador callejero: “¡Al circo, al circo, señores, a reír y a gozar, porque el señor Don Payaso se quiere dar un porrazo de nariz y de barriga!” 

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