Hasta ahora no hemos obtenido ninguna inspiración de la Casa Blanca sobre cómo abordar la pandemia de covid-19. Un Gobierno dirigido por un negacionista, anticientífico, irracional y mendaz solo puede servir como un ejemplo de lo que no hay que hacer. La principal estrategia de Donald Trump contra el SARS-CoV-2 ha consistido en intentar librarse de Anthony Fauci, el inmunólogo de referencia que lleva diez meses diciéndole la verdad a la cara.
Pero el caso que Trump, por más que pretenda enquistarse en el Gobierno como un nematelminto parasitario, es un pato cojo que tendrá que dejar la Casa Blanca el 20 de enero, así tenga que arrastrarle una reata de mulas muy fuertes. Es cierto que un jabalí herido puede hacer mucho daño en los dos meses y pico que faltan para eso, pero ahora sabemos que la irracionalidad tiene fecha de caducidad, y que a partir de entonces Estados Unidos volverá a la senda de la razón científica. Biden ya ha presentado su plan anticovid, y los investigadores que lo han examinado piensan que va por el buen camino. Dos meses es un montón de tiempo en una pandemia, y nadie va a devolver la vida a todos esos muertos evitables, pero más vale tarde que nunca.
Biden y su vicepresidenta Kamala Harris han anunciado un panel asesor formado por científicos especializados en enfermedades infecciosas y antiguos asesores de salud pública. El tipo de gente a la que Trump no se digna escuchar, por la sencilla razón de que representan la mejor ciencia disponible. También han presentado un nuevo plan contra la covid que ha sido recibido con alivio por los expertos independientes que lo han examinado. Una opinión generalizada es que los científicos del comité Biden son de primera línea, y que el plan revela que la lucha contra la pandemia es una de las máximas prioridades de la nueva Administración.
Una de las prioridades del plan Biden es generalizar las pruebas de covid y reforzar el rastreo de contactos con los consiguientes aislamientos de los positivos. Habrá un panel de control pandémico federal para unificar la toma de datos y su seguimiento diario con criterios homologables. Los CDC (centros de control de enfermedades de Atlanta) recuperarán la función para la que fueron creados, y que había cumplido a la perfección hasta que Trump metió allí sus zarpas. Ahora que podemos inspirarnos por fin en la política de salud pública de la mayor potencia científica del mundo, tal vez deberíamos hacerlo. Biden y Harris nos pueden dejar en evidencia.