La semana pasada concluyó en la Universidad Nacional de Bogotá un ciclo de seis conferencias a propósito de los 120 años del nacimiento de Jorge Luis Borges. No hubo seis conferencistas. Hubo uno solo, el poeta William Ospina quien cada día durante dos horas mantuvo absorto a un auditorio de estudiantes, profesores y público libre.
Los blandos auditorios de dos edificios nuevos, Enfermería, y Ciencia y Tecnología, se volvieron glóbulos flotantes en el éter tóxico de la realidad nacional. Los asistentes...