Por Berna González-Harbour
Alejémonos unos años del momento actual e intentemos situarnos en 2030, por ejemplo, para mirar atrás, hacia la década que apenas empieza. Es un ejercicio. Y acaso no sea todo tan voraz como creemos.
Los paralelismos con la década equivalente del siglo XX han hecho irresistible la proclamación de una especie de repetición del fenómeno de los locos años veinte inmortalizados en El gran Gatsby, novelón de Scott Fitzgerald. Nos sirve para entender un icono de esos años en los que, después de la I Guerra Mundial y una pandemia de gripe que había segado millones de vidas, Occidente se sumergió en un mundo vibrante de oportunidades, de crecimiento espectacular en Bolsa, de consumo, hedonismo, excesos, esperanza y vitalidad, aunque acabó como acabó. Hoy, gracias a la ciencia y las vacunas también esperamos salir de una pandemia que ha parado el reloj de la economía y de nuestras vidas. Las proyecciones económicas señalan ya buenas perspectivas de crecimiento: 6 % en 2021 y 4,4 % en 2022 en el ámbito global, según las previsiones del FMI. El dinero embalsado por las familias en forma de ahorro empezará a fluir en cuanto se pueda volver a socializar. Se prevé un aumento del gasto y el consumo que acompañen un nuevo estado de ánimo más ansioso en el que las relaciones, el ocio compartido, los viajes, la moda y el placer vuelvan a tomar impulso. La industria está lista, según los expertos, para un despegue tecnológico que además va a traernos cambios asombrosos en la década. También para un cuidado medioambiental que pasa por otra forma de comer, de volar, de calentarnos o de elegir el vehículo. Vienen años locos en cuanto a cambios, sí, aunque también un serio peligro de dualidad al agrandarse las brechas ya profundas que ponen enormes señales de alerta sobre el capitalismo tal y como lo conocemos.
Podríamos abordar este asunto desde el optimismo de científicos, tecnólogos y expertos que celebran las oportunidades que están a punto de eclosionar y que la pandemia ha acelerado; o desde el pesimismo o realismo de filósofos, analistas sociales, con los datos que nos recuerdan nuestra habitual incapacidad para calcular límites. Probablemente todo es verdad, como fueron loquísimos los veinte del XX en avances muy positivos, y no por ello se evitó el crack de 1929.
Hoy llegan cambios vertiginosos, acelerados además gracias a un trabajo en remoto que la pandemia ha adelantado en siete años, según una encuesta de la consultora McKinsey. “En estos años veinte se va a consolidar la cuarta revolución industrial de la mano de la nanotecnología, la biotecnología, la ingeniería genética y la inteligencia artificial”, asegura Nuria Oliver, doctora en Inteligencia Artificial por el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT)