Por Jorge Barrientos Marín*
@jhbarrientos
En 2019 el Gobierno Nacional nombró una comisión Internacional de Sabios para definir el camino que el país debe seguir en materia de ciencia, tecnología, investigación e innovación –CTI+i–. Una de las recomendaciones de la Comisión (ya materializada) fue la transformación de Colciencias en el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación (si esto hará una gran diferencia o no, es otra discusión). No es reciente la preocupación del Ejecutivo por la débil gestión en materia de CTI+i y ni digamos por la baja generación de recursos para su desarrollo. El último intento fue en el gobierno Santos, que en 2015 preparó un documento Conpes que trazaba la hoja de ruta del país en la materia al 2025.
Tanto el resultado del informe de los Sabios como del mencionado Conpes parece responder a un afán (una obsesión, diría yo), y es que el país sea reconocido como un sólido miembro de la OCDE, pero esto no será posible si Colombia sigue invirtiendo en CTI+i lo mismo que hace 22 años: 0.2 % del PIB, cuando el promedio OCDE es 2.5 %. Con esta cifra no sólo no se genera conocimiento propio, esencial para la generación de innovación y lograr competitividad, y en general desarrollo económico, sino que no se forman los doctores que el país necesita, pues tenemos un amplio déficit respecto a países de la región como Brasil o Chile.
Colombia necesita 3.000 doctores promedio/año (según cifras del extinto Colciencias) y están entrando al mercado laboral cerca de 400 anualmente. De aquí que la Comisión de Sabios recomiende aumentar progresivamente la inversión en CTI+i hasta alcanzar la –aún modesta– cifra de 1.2 % en 2028 y pasar del 10 % al 25 % el monto de regalías destinadas a actividades de CTI+i. La inversión de Israel y Corea en CTI+i, por citar dos ejemplos, ha mantenido promedios cercanos al 4 % del PIB en la última década.
La evidencia empírica sobre crecimiento y desarrollo económico sugiere tres cosas:
Primero, que Colombia no ha dado el salto en materia de inversión en CTI+i y tiene un rezago amplio respecto a la OCDE. Es muy poco probable que en el corto plazo pueda enderezar el camino en materia de desarrollos científicos y tecnológicos, y que esto se convierta en la base sólida de un crecimiento económico sostenido (en el país, en contraste, el crecimiento y la competitividad han estado basados en productos agrícolas, petróleo y carbón principalmente y en un tipo de cambio favorable).
Segundo, los países de mayor crecimiento basaron su desarrollo en una fuerte inversión en capital humano y en educación, destinado a nutrir la generación de CTI+i.
Tercero, los países líderes en exportaciones de bienes y servicios de alta tecnología, son también los que más investigadores dedicados tienen por millón de habitantes.
Pero la falta de inversión en CTI+i no solo debe ser un asunto de invitar a todos los actores, incluida la empresa privada, como se ha argumentado numerosas veces, la cual de hecho pone hoy el 30 % de los recursos para tal fin. Debe ser también el resultado de una política pública coherente y consistente con la evolución tecnológica del mundo, así como una política de cofinanciación eficaz, eficiente y suficiente. No es gratuito que Colombia ocupe los últimos puestos tanto en inversión en CTI+i como en número de investigadores dedicados a CTI+i por millón de habitantes, y la consecuencia es que ocupa los últimos lugares en solitud de registro de patentes.
* Ph.D, Director del Centro de Investigaciones y Consultorías –CIC– de la Universidad de Antioquia.