En la mañana de Navidad, un marido se disculpa en silencio con su esposa porque sus regalos de este año son humildes: el dinero es escaso. Ella afirma con resolución que le encantan la piyama y el suéter. Más tarde, mientras los niños juegan con sus nuevos juguetes, el esposo revela una última caja de regalo, en la que la esposa descubre un collar de diamantes. Ella grita con asombro y entusiasmo.
Este tropo publicitario no solo es empalagoso. También alimenta cinco creencias falsas que las personas suelen tener sobre lo que hace felices a quienes reciben los regalos. Afortunadamente, la investigación psicológica y de marketing no solo muestra que estas creencias están equivocadas; también ofrece orientación para elegir los regalos que le gustarán a la gente.
Primero, ignore el precio. A pesar del dicho, “lo que vale es la intención”, quienes dan regalos piensan que gastar mucho –en diamantes, por ejemplo– demuestra que les importa. Cuando investigadores pidieron a la gente que recordara un regalo que dieron y lo calificaran en términos de cuánto creían que le había gustado al destinatario, los precios más altos iban de la mano con las calificaciones más altas. Pero cuando las personas hicieron la misma calificación para los regalos que habían recibido, el precio no tenía nada que ver con cuánto lo disfrutaron.
Segundo, obsequie regalos que realmente son utilizables. Quienes dan regalos tienden a enfocarse en lo agradable que sería usar el regalo, pero no piensan en cuán fácilmente o con cuánta frecuencia será usado; un esposo puede imaginar que su esposa se sentirá como un millón de dólares en sus diamantes, pero ignoran el hecho de que rara vez usa joyería formal.
Quienes dan regalos pueden favorecer lo bello y dramático porque piensan en los regalos en abstracto. Los destinatarios, en cambio, se imaginan a sí mismos usándolo y, por lo tanto, se centran más en la utilidad.
En tercer lugar, (y este es especialmente relevante durante la pandemia) no se preocupe si su regalo no se puede utilizar de inmediato. Aunque le parezca extraño, a los destinatarios no les importa esperar. En un experimento, los investigadores pidieron a las personas que compararan diferentes tipos de obsequios: uno era inmediatamente atractivo, como una docena de flores en plena floración, o, por un precio similar, un obsequio que sería más satisfactorio a largo plazo, como dos docenas de capullos que florecerían en unos días.
Cuando las personas pensaron qué darían de regalo, prefirieron el primero, pero otros a quienes se les preguntó cuál les gustaría recibir eligieron el segundo.
Cuarto, dé a la gente lo que pide. Los que regalan piensan que lo inesperado agrega valor porque muestra consideración; la esposa no esperaba diamantes, pero el esposo sabía que ella los amaría. Pero los destinatarios piensan que es más sensato dar un regalo que solicitaron. Lo ven como una muestra de que el dador atendió y cumplió sus deseos. Si alguien quiere sorprenderse, siempre puede decírselo.
Quinto, regale experiencias, no cosas. Las investigaciones realizadas durante la última década muestran que las experiencias conducen a una satisfacción más duradera que las nuevas posesiones: unas vacaciones familiares son una mejor apuesta que ese collar de diamantes. Pero los obsequiadores desconfían de las experiencias porque les preocupa que sea más probable que elijan algo que el destinatario no quiere. Es una preocupación válida, pero hay una solución fácil: asegúrese de que haya opciones. En lugar de dar un masaje, dé un bono a un spa que ofrece una variedad de servicios.
Para ser claros, toda esta investigación no muestra que los destinatarios odien en su mayoría los regalos que reciben. Pero muestra que, en promedio, las personas podrían dar mejores regalos. ¿Por qué no lo hacen?
Puede ser que no sepamos qué es un buen regalo porque rara vez recibimos comentarios válidos; la convención social dicta que debe profesar que le gusta cualquier regalo que reciba.
Después de un año difícil, es posible que estemos especialmente ansiosos por saborear una expresión de alegría conmocionada en el rostro de un destinatario. Pero después de todo, es el momento de dejar de lado nuestros propios deseos y hacer todo lo posible para anticiparnos a los de ellos. Eso puede traer alegría más duradera