¿Será posible que se nos olvide? ¿Que un día, después de que se abra la jaula, nos encontremos frente a frente e ignoremos por dónde se empieza? No se sabe cuál de los dos rompa el hielo. ¿Y si el otro rechaza el acercamiento? No es alocado imaginar que a muchos se les haya atrofiado la antigua práctica de la colisión de pieles.
Rueda por ahí un video, tal vez protagonizado por actores y editado por algún nostálgico del mundo perdido. Por las calles, pasillos, escaleras y plazas vacías, camina un enmascarado con boina y bolsas de mercado en la mano. De súbito, en un cruce inesperado, aparece otro ser humano en las mismas circunstancias.
Ambos se fruncen, se pegan a paredes opuestas como lagartijas en fuga, incluso se forran la cabeza con bolsas de plástico. Ninguno musita, para qué, si hay un pacto implícito de repudio, de alejamiento histérico. El virus ha fracturado a la gente, generando elementos de polos iguales que se repelen al instante por la fuerza de su campo magnético.
En pocos meses esos individuos mutaron sus actos reflejos, a merced de los golpes de un pavor inducido. Es el miedo al contagio, a la muerte por asfixia, a las goticas volantes que salen de las bocas asesinas. Así, el prójimo se volvió un peligro que se mantiene distanciado, gaseado, sometido al clórox. ¡Quién lograra desaparecer de un tajo esa ralea infesta llamada “los demás”!
Pues bien, esta humanidad adversaria es la que se verá la cara destapada tan pronto se muera el virus mortal. Entonces la gente se verá desnuda. Porque sin mascarilla, careta plástica, guantes, gel antibacterial, jabón, hombres y mujeres quedarán en los huesos. ¡Qué peligro!
Quizás la asepsia logró estropear la facultad de la ternura, del contacto de piel. Tal vez sea ideal postergar el beso en la mejilla, el apretón de manos, las palmaditas en la espalda, para cuando de verdad-verdad la ponzoña se extinga en este mundo y sus alrededores. Quién sabe, de pronto retoña y ataca por sorpresa. Al fin y al cabo cualquier mujer bella puede ser una contagiada asintomática.
¿Habrá en internet tutoriales con tips para abrazar a salvo? ¿O se organizarán simposios, teleconferencias, conversatorios virtuales, en los que expertos e influenciadores revivan en el planeta la abolida maña del abrazo?.