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Conocí al Talibán. Las mujeres, las primeras en hablar

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Por Masuda Sultan

redaccion@elcolombiano.com.co

Afganistán sigue siendo el peor lugar del mundo en donde ser mujer, y la continuación de la guerra hace aún más difícil para que las mujeres afganas vivan una vida plena y segura. Kabul recientemente ha observado una nueva ola de tiroteos contra mujeres, incluyendo el asesinato de una prominente periodista afgana por parte de la familia de su esposo. Para poner fin a esta violencia prolongada, es necesario el final de la guerra por medio de un acuerdo de paz con el Talibán. EE.UU. ha aceptado al Talibán como actor legítimo y está negociando directamente con ellos en Doha para poner fin a la larga guerra. Al renovar las esperanzas de paz, las conversaciones entre EE.UU. y los talibanes también han renovado los temores de que cuando se unan a un nuevo orden político, las afganas, que sufrieron terribles atrocidades y opresión bajo el gobierno talibán en la década de los 90, se verán obligadas a revivir esos tiempos oscuros.

Pero es tanto posible como necesario negociar la paz con el Talibán a la vez que se asegura que los derechos de las mujeres están a salvo. Llegué a creer esto después de reunirme con el Talibán en Doha el mes pasado. Hay una oportunidad, aunque pequeña y frágil, para hablar con el Talibán sobre los derechos y las libertades de las mujeres.

En 2001 me uní a la junta directiva de Mujeres para las Mujeres Afganas, un grupo que trabaja con mujeres afganas que sufren abusos domésticos y que les ofrecen refugios en Afganistán. A mediados de abril, viajé a Doha con un colega para unirme a unos 250 funcionarios afganos, miembros de varias organizaciones de la sociedad civil y los partidos políticos de la oposición en el primer diálogo intra-afgano sobre la paz con los talibanes.

Pero las conversaciones formales no se materializaron debido a un desacuerdo sobre el tamaño y la composición de las delegaciones provenientes de Afganistán. El 20 de abril, un día después de que se rompieran las conversaciones formales, me reuní con varios miembros de la diáspora afgana en un hotel de Doha, quienes estaban interesados en reunirse con los talibanes. La cuestión de confiar en los talibanes nos preocupaba a muchos, pero queríamos ver por nosotros mismos si estaban cansados de la guerra y ansiosos por trazar un camino hacia adelante.

Veinticuatro de nosotros, incluidas cuatro mujeres, nos reunimos con 25 representantes talibanes en lo que resultó ser una conversación de seis horas. No estábamos seguros de cómo nos recibirían. A las otras tres y yo nos ofrecieron los primeros asientos en la mesa. Nos sentamos directamente al frente de los líderes talibanes, incluyendo a Sher Mohammad Abbas Stanikzai, el negociador jefe del grupo, y Amir Khan Motaqi, el exministro de educación e hijo de Mullah Baradar, el único cofundador sobreviviente del Talibán, quien fue arrestado por Pakistan en febrero de 2010 en Karachi y dejado en libertad por solicitud de EE.UU.

Los talibanes comenzaron hablando sobre su interés en la paz. Discutieron los problemas de la guerra, las víctimas civiles, los secuestros, las injusticias, el tráfico de narcóticos y la corrupción, incluido el desplazamiento interno de más de un millón de personas como resultado de la apropiación forzosa de tierras por comandantes alineados con el gobierno afgano. Parecían genuinos en su deseo de comprometerse. Los talibanes argumentaron que el progreso en los asuntos de las mujeres sólo puede lograrse dentro del contexto del Islam. La propia constitución afgana declara al Islam la religión de Afganistán. Mis colegas en las líneas del frente en Afganistán han luchado contra la violencia doméstica usando mandamientos contra tal violencia en el Corán y alentando la educación de las mujeres citando al profeta Muhammad instando a las mujeres y hombres a buscar educación incluso si tienen que ir “tan lejos como China”.

Reconocemos que la interpretación islámica de los asuntos de las mujeres estará en el centro del debate sobre sus derechos en Afganistán, pero la base para la defensa del derecho a la educación, el trabajo y la vida política ya existen en Islam.

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