Negocios cerrados. Millones de trabajadores despedidos. Comercio interrumpido. Cadenas de suministro cortadas. Los bloqueos impuestos para frenar la propagación del coronavirus están frenando la economía global. China, el primer país afectado por covid-19, apenas comienza a resurgir de su cierre. Estados Unidos y Europa tendrán semanas antes de volver a la normalidad, semanas en las que los costos de la respuesta al coronavirus se acumularán.
Esto no es una recesión normal, causada por un cambio en el ciclo económico o un pánico financiero. Antes de los bloqueos, la mayoría de los indicadores económicos parecían bastante optimistas. Si China hubiera logrado detener la propagación del virus más allá de sus fronteras, Wuhan podría haber estornudado, pero la economía global no habría contraído un resfriado tan mortal.
Si esta no es una crisis económica normal, ¿qué es? Es una guerra, dicen muchos políticos y comentaristas, una lucha no sólo contra un Estado rival sino contra una especie rival. Sin embargo las metáforas marciales tienen poco sentido en el momento de explicar la economía. Durante las guerras, los países movilizan sus economías para producir más suministros militares. Hoy, estamos cerrando nuestra economía para producir drásticamente menos.
¿Cuánto menos? La economía estadounidense producirá 34 por ciento menos bienes y servicios de abril a junio que en períodos comparables en 2019, según estima Goldman Sachs. Esta es una caída en picada en actividad económica que hace que la Gran Depresión parezca leve, aunque esperamos que no dure tanto tiempo.
Hay pocos precedentes para este tipo de congelamiento profundo. Pero tal vez haya un ejemplo útil de una economía que se congeló tan rápidamente: en 1990, la Unión Soviética tenía una de las economías más grandes del mundo. Era ineficiente y estaba mal administrada, pero los analistas pensaban que era estable. El Partido Comunista era el pegamento que mantenía unida la economía y las 15 repúblicas que constituían la unión.
Pero en 1990, el partido contrajo una infección, una crisis de legitimidad que alcanzó proporciones epidémicas. Su control sobre la economía soviética desapareció casi de la noche a la mañana. Pronto líderes anticomunistas tomaron el poder.
Esto tuvo el efecto de un huracán que se estrelló contra la economía soviética y luego se cernió sobre el país durante una década. La Unión Soviética se desmoronó, con 15 países que aparecieron donde antes había solo uno. Líderes de esos países independientes nuevos alzaron barreras comerciales. Flujos de empleo y transporte fueron interrumpidos. El rublo soviético unificado se dividió en 15 monedas diferentes.
Hay muchas diferencias entre la disolución de la Unión Soviética y nuestro congelamiento inducido por el coronavirus. Pero hay similitudes obvias también. Los vínculos comerciales se han desgarrado por la recesión económica. El transporte ha sido obstruido por la cancelación de vuelos y envíos.
Si las empresas no cambian su forma global de hacer negocios, los gobiernos pueden obligarlas a hacerlo. Muchos países están limitando las exportaciones de máscaras y otros suministros médicos. En algún momento del próximo año, el mundo probablemente adquirirá su primera vacuna contra el virus. Es fácil imaginar que cualquier país que cree la vacuna prohibirá las exportaciones hasta que sus ciudadanos hayan sido vacunados primero.
De hecho, el presidente Trump no es la única persona que cuestiona la sabiduría del comercio internacional. Las ideas sobre la autosuficiencia nacional defendidas por sus asesores, como el escéptico comercial Peter Navarro, están comenzando a parecer más convencionales. La Unión Europea ha visto debates sobre si los productos médicos pueden exportarse más allá del bloque, o incluso a otros países dentro de él. China promociona su suministro de equipos médicos a los países que lo necesitan, pero inició la tendencia de acaparamiento de máscaras. En casi todos los lugares donde se ha propagado el coronavirus, ha traído no solo bloqueos, sino también restricciones comerciales.
Cuando la economía de la Unión Soviética se astilló, se produjo una catástrofe. A medida que las empresas cerraron y los trabajadores perdieron sus empleos, la economía rusa se redujo en un 14 % en 1992, una disminución asombrosa que Estados Unidos y Europa podrían replicar este año. (En comparación, en 2008, en las profundidades de la crisis financiera, el PIB de Estados Unidos disminuyó solo un 3 %). Para los ciudadanos soviéticos, los costos humanos fueron graves, con una esperanza de vida que decayó tan rápidamente que parecía que una nueva enfermedad estaba devastando a la población.