El equipo económico del primer cuatrienio del Presidente Juan Manuel Santos, se engolosinó con los buenos resultados de las exportaciones basadas en el alto precio de barril del petróleo por encima de los 100 dólares. Ese ejercicio desafortunado propició el abandono de la industria manufacturera y agrícola, porque exigían mayores estímulos por parte del estado, exenciones necesarias para la importación de bienes de capital, intervenir el tipo de cambio que garantizara los ingresos de los exportadores y el establecimiento de créditos de fomento para asegurar su crecimiento, en mucha parte fondeados por instituciones de crédito del estado.
Ya se habían hecho promesas de ayudas económicas a cuanta comunidad se visitaba, incluidas las inversiones en las locomotoras de las obras de infraestructura viales denominadas 4G. Las cuentas alegres se vinieron a menos cuando el precio del barril de petróleo empezó a descender a niveles de 47 dólares, toda aquella bonanza y las predicciones de crecimiento cambiaron. Según el informe 993 de Asobancaria la proyección sobre el desenvolvimiento de la economía, presenta un cambio que amerita revisar las proyecciones macroeconómicas para el presente año y con miras al 2016; el estimativo de esta institución fue de un crecimiento del 4%, lo redujo a un 3,8%, luego lo estimó a la baja a un 3,1%; tenía razón la Asobancaria, porque el viernes 8 de mayo, la Junta Directiva del Banco de la República bajó el estimado en el crecimiento del PIB a un 3,2%.
El gobierno ha tomado como tabla de salvación el presunto incremento de las exportaciones, cuyos augurios los ha presentado el ministro de las finanzas Mauricio Cárdenas aduciendo que habrá crecimiento de la economía, porque están dadas las circunstancias para incrementar la producción y los ingresos, por las expectativas del mejor precio del dólar y los tratados de libre comercio. Ese sofisma nos presentará otra realidad, porque es evidente la desindustrialización con crecimientos negativos en los últimos 4 años y una agroindustria deprimida, en parte por los precios internacionales de los productos del campo, por las regulaciones de la tenencia de la tierra para cultivos intensivos, por un mal enfoque en la promoción de cultivos en minifundios sin instituciones de apoyo efectivo y por los problemas de seguridad que se están evidenciando, situación que demorará cualquier cambio en la tendencia de la reconversión industrial, en tanto el empresariado retome la confianza ante las promesas del ejecutivo.
Todas estas situaciones han sido generadas por la incertidumbre frente al desarrollo de la economía, porque se les han cambiado las reglas del juego, reflejadas en las bajas cotizaciones de las acciones en bolsa, por los cambios que se han dado a la seguridad legal a la inversión, las nuevas normas impositivas y la expectativa de una nueva reforma tributaria; según los expertos aún existe desconocimiento por parte del empresariado sobre los acuerdos de La Habana, situación que ha afectado la credibilidad sobre las reales intenciones del gobierno frente a la inversión y la propiedad privada. Muchos de los inversionistas han preferido adquirir establecimientos en funcionamiento dentro del país y en el exterior, antes que promover nuevas empresas y crear nuevos puestos de trabajo por los riesgos que ello implica.
Cabría hacerle la pregunta al Ministro de Hacienda, con cual industria se van a impulsar las exportaciones, si los índices demuestran su postración, mientras no se promuevan los estímulos que generen confianza, se mermen las cargas sobre el aparato productivo para asegurar la estabilidad en el tiempo y garantice que conservará esta política, para que el desarrollo de la industria sea sostenible.