En cierta ocasión un periodista que no había leído a Jorge Luis Borges lo abordó, micrófono en mano, a la salida de un aeropuerto. Las dos primeras preguntas que hizo dejaron en evidencia su colosal ignorancia. Entonces Borges, perverso como siempre, le dijo: “tranquilo, amigo, que yo tampoco leo mis libros”.
Cuando Mario Vargas Llosa obtuvo el premio Nobel de Literatura, muchos informadores volvieron a cotorrear abundantemente –cómo no– sobre el puñetazo que, a principios de 1976, el peruano le dio en el ojo a Gabriel García Márquez. También dijeron que era apuesto, que se casó primero con una tía y después con una prima.
Un reportero se preguntó olímpicamente por cuál de todos los libros de Vargas Llosa sería que los académicos suecos decidieron...