Por MATEO ARIAS GONZÁLEZ
Universidad Nacional - Sede Medellín
Ingeniería Química, octavo semestre.
matariasgon@unal.edu.co
Son encantadoras las conversaciones acerca del pasado, la nostalgia heredada de recordar una época en la que nunca viví, pero que siento como mía gracias a las historias de mis padres. Destaca por ejemplo el recuerdo de las tardes de reunión familiar en torno a la radio para escuchar las famosas radionovelas, o las emotivas narraciones de la Vuelta a Colombia: en ese tiempo se hizo posible transportarse por medio de voces y sonidos a cualquier lugar del mundo. Hoy en día, y gracias a esa influencia, la radio aún hace parte de mi cotidianidad a pesar del arraigo de mi generación a otros medios de comunicación más modernos.
Aunque los comienzos de la radio datan de finales del siglo XIX, aún en plena era de las comunicaciones digitales las emisoras logran audiencias significativas para sus programas, hecho atribuible a dos factores principales: la inmediatez de la difusión radial y la democratización de los contenidos transmitidos. Y es que uno de los avances de la radio fue precisamente el poder de masificación de los mensajes: las ondas radiales llegan a las personas en su cotidianidad, sin importar si se encuentran en una gran ciudad o a kilómetros de la fuente, lo que además crea una sensación de cercanía.
Lo dice Diana Uribe (toda una autoridad en el medio dada su larga presencia en él durante 20 años) tras su mudanza al podcast que ahora conduce, y que comienza relatando la historia de la radio y su papel en la sociedad: la gente escucha la voz humana y se siente acompañada, establece una conexión, una intimidad. Esa cercanía y ese fácil acceso hacen de la radio un poderoso instrumento democrático que ha servido además para crear y fortalecer identidades nacionales y fomentar la difusión de la cultura y la historia; como en el caso de la mencionada historiadora que precisamente inspira esta columna con sus más recientes programas.
Perdonen por tanto que insista en elogiar las telecomunicaciones (como diría Drexler en su último disco), pero me parece necesario alabar un medio que me ha permitido, entre muchas otras cosas, el acercamiento a las historias del mundo a través de la compañía de una voz como la de la suscrita Diana, que en su tono descomplicado seguirá sintiéndose tan familiar cuando ahora nos reunamos a escuchar sus contenidos, ya desde los espacios del amplio internet.
*Taller de Opinión es un proyecto de
El Colombiano, EAFIT, U. de A. y UPB que busca abrir un espacio para la opinión
joven. Las ideas expresadas por los columnistas del Taller de Opinión son libres y de ellas son responsables sus autores. No comprometen el pensamiento editorial de El Colombiano, ni las universidades
e instituciones vinculadas con el proyecto.