No elegí el lugar, este, donde nací, no la ciudad, mucho menos el país, este que durante años tantas dificultades nos ha representado para, por ejemplo, cruzar fronteras y movernos por el mundo, este que al nombrarlo estigmatiza y señala con crueldad, este que arroja sobre ti una ceniza blanca y te convierte en protagonista de cartel, este que es cuestión de fe, no lo elegí, sin embrago, lo agradezco y lo amodio profundamente, como tantas otras cosas tampoco decidimos defectos o virtudes, ser ético u honesto, leal, solidario, empático o mirar la vida de cierta forma, hay comportamientos y actitudes que se aprenden en casa, con los amigos o en el colegio que es ese microcosmos de la vida, los aprendes con el ejemplo, se conversan, se construyen a partir de cada situación que sucede con todos absolutamente todos los que te formaron y siguen aún hoy haciéndolo, en este que es el país de las desilusiones y la desesperanza encuentro cada día a muchos que en silencio prefieren ayudar, luchar, servir, creer y crecer, soñar, formar o a cambiar desde su orilla una realidad que noquea como si fuese un jab.
La orilla de la legalidad, es aquí la de la periferia, es la que lleva por el sendero más largo, es la que exige largo aliento, pero no importa, seguimos y seguiremos insistiendo a pesar de tantos y tantas que en la sociedad convirtieron la maldad y la deshonra en virtud, seguiremos ahí, en esa orilla que no recibe premios porque no se premia el deber ser, seguiremos en ese costado al que persigue siempre un estado que promulga leyes obsoletas y que al mismo tiempo fue capaz de reunir a tantos tan diversos para soñar en conjunto y construir una de las constituciones más hermosas del mundo, que ha sido incapaz de ponerla en práctica o aplicarla porque frente a la libertad individual solo siente temor y desconfianza.
Aquí estoy, aquí estamos los muchos o los pocos, en esta tierra que tanto olvida, que casi todo lo sepulta como si fuese un suceso viejo, donde todo se investiga pero no se juzga o se condena, en esta casa que no tolera al que defiende la pequeña parcela que el poderoso le quiere arrebatar al débil, aquí donde se aniquila al que sueña otros sueños, al líder que interroga o incomoda, o al que quiere cambiar el oro blanco por la yuca o el cacao, donde los que no vemos la vida en blanco o negro sino plena de matices o creemos que las revoluciones no son solo políticas preferimos callar, aquí donde se estigmatiza al que abraza, tolera, sueña y defiende utopías y derechos, al que cree que avanzar no es talar, perforar, extraer o consumir y que sueña con otros modelos y maneras de crecer.
Desde esa orilla sumo a esos muchos o a esos pocos mis pequeños actos y veo con dolor cada mañana mi casa a la deriva, menos mal allá, a lo lejos, nos espera a todos la parca.