La presentación del presidente Iván Duque Márquez el 7 de agosto dejó muy en claro —como debía de ser— qué es lo que se propone hacer. Lo más urgente fue su mensaje de conciliación y unidad en un país que dejó atrás la guerra y tiene envenenadas sus relaciones políticas. Lo más importante, la señal de que quiere cambiar una forma de gobierno que ha erosionado seriamente la credibilidad del sistema político, anunciando un fuerte control a la corrupción. Por supuesto, hizo su lista de temas entre los que descuellan, por su novedad, el delineamiento de una política económica que no se base en el petróleo y el impulso a la economía naranja. Hasta ahí, todo rosas. Muy preocupante su populismo punitivo (no recuerdo presidente de la era moderna hablando...