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El Amazonas: sabemos cómo detener los incendios

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Por Marcia Nunes Macedo y Valéria Paye Pereira

redaccion@elcolombiano.com.co

“Hay mucha tierra para unos pocos indios”, según dice el anticuado credo recientemente resucitado por el presidente Jair Bolsonaro de Brasil. Y sin embargo, esos “pocos indios”, que representan a 305 grupos indígenas y hablan 274 idiomas, han logrado lo que los gobiernos han intentado hacer y fracasado durante décadas: controlar la deforestación en más de 440.000 millas cuadradas de bosques del Amazonas.

Los pueblos indígenas manejan casi la mitad del Amazonas brasileño, y año tras año sus tierras han tenido la tasa más baja de deforestación en la región. Pero últimamente, la labor de los pueblos indígenas se ha vuelto más difícil, a medida que el gobierno falla en hacer cumplir las protecciones constitucionales de sus derechos a las tierras. Madereros ilegales, acaparadores de tierras, mineros de oro y traficantes de drogas están penetrando aún más profundamente en el bosque, ahora bajo el amparo de una pandemia.

Como resultado, en sólo los primeros ocho meses de este año, se estima que 2.580 millas cuadradas de bosque fueron eliminadas, lo que eventualmente sumará unas 226 millones de toneladas métricas de dióxido de carbono a la atmósfera, y más de 10.000 incendios ahogaron la región en una cobija de humo.

Los pueblos indígenas han mantenido al Amazonas por milenios. Pueden seguirlo haciendo, si los dejamos.

Para el pueblo Kuikuro en el Territorio Indígena Xingu, el pasado proporciona pistas sobre cómo manejar megaincendios, como el que quemó la mitad de su tierra en 2015. Los incendios forestales no eran parte de la memoria reciente de los Kuikuro, pero los arqueólogos han descubierto evidencia de estrategias que solían usar para controlar los incendios forestales durante el Período Cálido Medieval, a principios del último milenio. Movimientos de tierra complejos: zanjas, carreteras y diques bien pueden haber sido diseñados como cortafuegos.

Hoy han organizado brigadas de bomberos que se capacitan y coordinan con Prevfogo, un programa del gobierno para prevenir y combatir incendios ilegales. Aunque estas asociaciones han demostrado ser efectivas, los esfuerzos de extinción de incendios se ven amenazados por profundos recortes en los fondos federales para las agencias ambientales.

El Consejo Indígena del estado de Roraima, que representa a 35 territorios indígenas en el norte, ofrece otro ejemplo convincente de liderazgo en materia de cambio climático. Ha capacitado a la población local en el uso de herramientas de mapeo digital para responder al cambio climático utilizando una aplicación de teléfono celular llamada Alerta Clima Indígena.

Manejos tan prácticos y colectivos podrían aplicarse a muchos otros retos, como el manejo de enfermedades emergentes. Los Kuikuro montaron una respuesta rápida al covid-19, utilizando teléfonos celulares para rastrear contactos y poner en cuarentena a los infectados en seis aldeas. También realizaron una campaña en línea para contratar médicos y enfermeras y comprar suministros, prácticamente eliminando la necesidad de viajar a ciudades cercanas. Estas intervenciones decisivas dieron sus frutos: casi no se han reportado muertes por covid-19 allí.

En lugar de aprender de los pueblos indígenas, el gobierno brasileño los ha excluido de discusiones sobre cómo manejar sus propios territorios. Los sigue tratando como “custodiados por el Estado” en lugar de personas con el simple derecho de ocupar sus tierras y mantener su estilo de vida. La comunidad internacional ha seguido el ejemplo de Brasil. Los pueblos indígenas, por ejemplo, permanecen como “observadores” sin voto en las negociaciones que rodean la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.

El mundo no puede permitirse seguir tratando a los pueblos indígenas de esta manera. Los bosques de la Amazonía podrían absorber hasta el 10 por ciento de las emisiones globales de dióxido de carbono cada año. Sus árboles almacenan el carbono equivalente a 10 años de emisiones globales. Al ignorar lo que los pueblos indígenas saben sobre cómo proteger sus bosques, perdemos posibles soluciones a la crisis climática. Perdemos tiempo y perdemos dinero. No es estratégico ni ético.

El futuro de las selvas tropicales, y el clima global futuro, están indeleblemente ligados a garantizar los derechos de los pueblos indígenas amazónicos a su tierra y sus estilos de vida. La defensa de sus territorios protege sus derechos sociales y culturales. Pero también conserva los ecosistemas naturales que son críticos para el bienestar de todas las personas

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