Reconstruir Mejor, la iniciativa del gobierno de Joe Biden para crear un futuro mejor para Estados Unidos, está en la cuerda floja política. Nadie sabe si va a convertirse en ley. Lo que sí sabemos es que, para salir adelante en el Congreso, tendrá que superar una combinación explosiva de mala fe, mala lógica y mala aritmética.
Empecemos por el principio: Reconstruir Mejor es, ante todo, un plan para invertir en el futuro de Estados Unidos. Alrededor de una tercera parte del gasto propuesto va destinado a los niños en forma de educación preescolar, cuidados infantiles y desgravaciones que reducirían significativamente la pobreza infantil. Otro tercio se dirige a ayudar a reestructurar la economía para limitar el cambio climático. Si se añade el proyecto de ley de infraestructuras ya aprobado, los planes de Biden se orientan casi en su totalidad al futuro.
Y hay motivos de sobra para creer que estas inversiones serían enormemente productivas. El caso de las ayudas infantiles es muy claro. Hay pruebas contundentes de que ayudar a los niños desfavorecidos hace que estén más sanos y sean más productivos cuando llegan a la edad adulta. Los beneficios son tantos que, incluso en un sentido estrictamente fiscal, ayudar a los niños puede acabar representando un ahorro a largo plazo.
Lo mismo se puede decir de la inversión en el medio ambiente. El debate al respecto se centra sobre todo en la mitigación a largo plazo del cambio climático, y con razón: la perspectiva del colapso de la civilización suele centrar la atención.
Sin embargo, es importante señalar que reducir nuestra dependencia de los combustibles fósiles no solo reduciría las emisiones de gases de efecto invernadero. También haría que disminuyesen otras formas de contaminación, que tienen efectos negativos sobre la tasa de mortalidad, las enfermedades y el rendimiento de los cultivos. Y las ventajas se verían enseguida.
Entonces, ¿cómo puede nadie oponerse a estas inversiones?
Supongo que las convenciones de los medios de comunicación exigen que los periodistas finjan creer que los republicanos tienen objeciones de buena fe al plan de Biden, y que les preocupan los déficits, o el efecto de los incentivos, o cualquier otra cosa. Pero todos sabemos que su principal objeción es, sencillamente, el hecho de que se trata de una iniciativa demócrata, lo que significa que tiene que fracasar. Además, gravaría a los ricos y ayudaría a los pobres.
Aunque la principal fuente de oposición a Reconstruir Mejor sea el mero deseo de ver fracasar a Biden, mientras los ricos siguen siendo lo más ricos posible, puede que parte de la preocupación de que el proyecto de ley aumente el déficit público sea sincera. La verdad es que el programa no tendría consecuencias significativas para el déficit.
Insisto: la mayor parte del gasto propuesto consistiría en inversiones enormemente productivas.
Por último, se habla mucho de que Reconstruir Mejor podría empeorar la inflación, comentarios que parecen tener más que ver con la incapacidad para echar cuentas, por ejemplo, al confundir décadas con años y no dividir entre el PIB.
Es verdad que los 1,75 billones de dólares que cuesta el proyecto son, a simple vista, un montón de dinero. Pero el gasto se efectuaría en diez años y se pagaría con nuevos impuestos.
Nunca se debería citar una cifra presupuestaria que suene a mucho dinero sin situarla en su contexto. Recordemos que la economía estadounidense es enorme. La oficina presupuestaria calcula que, en su primer año, Reconstruir Mejor aumentaría el déficit en un 0,6 % del PIB, un porcentaje que disminuiría con el tiempo.
No me consta que exista un modelo económico que indique que gastar a este nivel suponga una gran diferencia para la inflación. Y puesto que gran parte del gasto aumentaría la capacidad productiva de la economía, probablemente reduciría la inflación con el tiempo.
¿Reconstruir Mejor es perfecto? Por supuesto que no. Pero seguramente sea la mejor legislación que vayamos a tener en años. Y las afirmaciones de que deberíamos dejar pasar esta oportunidad porque nos preocupa la responsabilidad fiscal o la inflación son ignorantes, en el mejor de los casos, o deshonestas, en el peor