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El “Caso Thunberg”

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Por José Ángel Mañas

redaccion@elcolombiano.com.co

“Primero te ignoran, después se burlan de ti, luego te atacan. Entonces, ganas”. Creo que estaremos de acuerdo en que la cita de Gandhi nos viene como anillo al dedo para hablar de la niña más famosa del planeta cuyo nombre está en boca de todos.

Hablamos, por supuesto, de Greta Thunberg. La niña sueca que, abrumada por la evidencia del cambio climático, empezó a tomar en serio las advertencias de los científicos y a actuar en consecuencia. Si estamos condenados a extinguirnos, ¿qué sentido tiene continuar haciendo tareas de matemáticas en el colegio? Cuando la casa está en llamas y el futuro se deshace como un azucarillo en el agua contaminada de un desaforado productivismo global, suena bastante baladí preocuparse por malas notas.

Aquellas huelgas escolares suyas pronto llamaron la atención y en cuestión de meses nuestra niña ya estaba en Polonia abroncando a los adultos reunidos en la COP24 que la filmaban con sus smartphones mientras ella explicaba, al borde de las lágrimas, cosas como que un 45 % de los insectos son víctimas del cambio climático y que un 60 % de las especies animales han desaparecido en los últimos 50 años.

Inmediatamente surgió por el planeta una nueva especie, los antithunbergianos, que rápidamente hallaron argumentos en su contra. Lo primero, un diagnóstico: la niña sufría el síndrome de Asperger y era punto menos que una autista obsesiva, con escaso sentido del humor y una tendencia a tomar literalmente lo que decimos los adultos (¡craso error!) y los científicos.

Lo siguiente, la difamación. Se trataría de una pija que dedica su tiempo libre a cruzar el Atlántico en el catamarán de la familia Grimaldi y que está siendo teledirigida por unos papis maquiavélicos que la manipulan como a una marioneta y la exprimen sin escrúpulos. El resultado es que, desde que llegó a España para asistir a la COP25, las redes sociales arden con incontables chistes que protagoniza esta menor a quien la ley debería proteger.

Lo cierto es que, como en tantas cuestiones, se ha producido un clivaje radical entre aquellos que se sienten a favor de Greta y los antithunbergianos. Pero lo cierto también es que rara vez en los últimos tiempos ha sido tan fácil tomar el buen partido. Faltos de argumentos de fondo, los anti se dedican a ridiculizar a Greta. Y ya sabemos que todo el mundo es ridiculizable. Lo que queremos saber es si Thunberg tiene razón o no. Y la tiene. Todos sabemos que la tiene. Lo único ridículo en este asunto es que haya de venir una niña de 16 años a recordárnoslo.

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