Saber emplear el tiempo es uno de los grandes desafíos de la pandemia. Tiempo, el instante que pasa sin cesar. Que la insonora catarata del tiempo nos mantenga vigilantes mirando, escuchando, oliendo, gustando, tocando, pensando y recordando con amor. Milagro de milagros, tan bien conocido de los místicos, el tiempo en trance de eternidad.
San Agustín decía: “Temo a Jesús transeúnte”. Temía que Jesús pasara por su camino sin brindarle acogida por no darse cuenta. Maravillosa invitación a la vigilancia, de la cual obtenía frutos admirables como éste: “Ama y haz lo que quieras. Si callas, callarás con amor. Si gritas, gritarás con amor. Si corriges, corregirás con amor”.
Trabajar es ocuparse en cualquier actividad física o intelectual, y descansar es, no hacer pereza o perder el tiempo, sino cesar en el trabajo, con el fin de reparar las fuerzas en la quietud y el silencio. Y así, cuanto más reparo mis fuerzas, con más destreza y entusiasmo regreso al trabajo.
Hago pausas de minutos, horas, días y hasta semanas, para escuchar los latidos del corazón, sentir correr la sangre en mis venas, sentirme con igualdad tranquila y pacífica en toda adversidad, y sobre todo para cultivar mi mirada penetrante despertando en mí la admiración y la alabanza.
La humanidad compasiva de Jesús aparece tierna y sugerente en su invitación: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso” (Mt 11, 28-30). Jesús, maestro por excelencia del sosiego, el descanso y la quietud.
El hombre del siglo XXI desconoce cada día más el arte de descansar, de hacer ocio, de dedicarse tiempo para experimentar el asombro de descubrir el tesoro que es, debido al atropellamiento de los medios de comunicación. Así como ciertas fermentaciones químicas solo se dan en lugares quietísimos, así acontece con el espíritu, que necesita el sosiego, el silencio y la soledad para descubrir son asombro su riqueza interior.
El génesis dice que Dios terminó la creación con su descanso del séptimo día, volviéndose hacia el mundo creado por Él con su benevolencia divina. En su libro Jesús de Nazaret I, Ratzinger escribe: “Aquí podríamos reflexionar sobre lo saludable que sería también para nuestra sociedad actual que las familias pasaran un día a la semana juntas, que la casa se convirtiera en hogar y realización de la comunión en el descanso de Dios.”
La pandemia, excelente oportunidad para cultivar el tesoro del descanso con miras a encontrar en él el máximo beneficio.