Por david e. santos gómez
Los apoyos de una parte del Ejército y del juez anticorrupción Sergio Moro fueron fundamentales para que Jair Messias Bolsonaro resultara electo presidente de Brasil, para la desgracia de su pueblo y del continente en general. Lo que parecía un chiste al inicio de la contienda electoral terminó por consolidarse a finales del 2018 en las urnas. La supuesta lucha contra la podredumbre política se convirtió en la bandera de este bufón mediático para llegar al Palacio de Planalto.
Hoy esos mismos estandartes de su ascenso vertiginoso están hartos. Arrepentidos. La catastrófica administración de la pandemia ha revelado que Bolsonaro, además de racista y violento y homofóbico e indolente, es incapaz. Mientras las cifras de contagiados suben exponencialmente y los muertos rebosan las morgues, el presidente se ríe. Se burla de lo que considera un mal menor y desoye los consejos científicos. La semana pasada, cuando se le pidió que rindiera cuentas por la catástrofe, soltó un dardo inaceptable: “Así es la vida”, dijo. “¿Qué quieren qué haga? Soy Messias, pero no hago milagros”.
Y aunque la indolencia es el escudo en el que oculta su incapacidad, ahora su nerviosismo tiene un sustento más firme. La sombra de un juicio de destitución que acabe con su periodo de forma abrupta se hace cada vez más grande tras la renuncia al cargo de Ministro de Justica de su exaliado Moro -con un sonoro portazo y acusaciones públicas- y los aires de hartazgo evidentes en las fuerzas militares y sus viejos aliados en el Congreso.
Porque, al darle la espalda, esta vez sus antiguos amigos han ido dos pasos más allá. En declaraciones recientes los que estuvieron a su lado revelaron las supuestas intenciones del presidente de manipular investigaciones en las que sus hijos aparecen vinculados. Prevaricato y obstrucción a la justicia son algunos de los delitos que lo llevarían a juicio. Y Messias tiembla.
Sería el efecto colateral de la “pequeña gripa” -como aún llama Bolsonaro al Covid-19-. “Nada puede hacerme, soy un hombre atlético”, decía hace unos días, en su indignante tono. Pero las consecuencias serán otras. Posiblemente la enfermedad no lo lleve a él a un hospital, pero su incapacidad para gestionar el país ha resquebrajado su grupo de apoyo y podrían sacarlo de la presidencia.