Una de las explicaciones del fracaso al resolver un problema es confundir el síntoma con la causa, y por eso resulta costoso y hasta irreparable optar por aliviar el primero en vez de atacar la segunda. Los ejemplos van desde quien piensa que resuelve la infidelidad de su esposa con su vecino, que se consuma en el sofá, vendiendo el sofá; o quienes creen haber encontrado la forma de resolver el problema de la educación en Colombia, y con eso hacer carrera política, limitándose a construir colegios y bibliotecas, que son muy necesarios sin duda alguna, pero nunca preocupándose en “quiénes” y “qué” están “enseñando” en los colegios y universidades.
Incluso cuando se supera este error al enfocarse en la causa del problema, las soluciones no llegan si no se logra reconocer la naturaleza real del mismo o de quienes lo materializan, lo que puede ser el resultado de varias cosas. Una posibilidad es que el responsable de “resolver” el problema sea “parte interesada” o cómplice de los promotores del mismo, como el presidente que otorgó impunidad y premios a criminales narcoterroristas por firmar un acuerdo de “apaciguamiento”, que es distinto a la “paz”. Otra explicación, libre de mala fe pero no de culpabilidad, es la incapacidad cognitiva o ingenuidad delirante, no sé cuál más peligrosa, propias de los buenistas e idealistas que asumen que los causantes del problema no son gente mala sino “incomprendidos” que dejarán de ser demonios y se convertirán en ángeles al levantar banderas blancas.
El fracasado acuerdo de Santos es un caso cercano y Afganistán es otro ejemplo típico. En septiembre de 2019, cuando estaban en “negociaciones” con los Talibán, dije que dicho convenio no sería “la paz sino la próxima guerra interna” de ese país, avecinándose un “pulso por dominios regionales” para “aprovechar los vacíos de poder que surjan” del retiro de EE.UU. Ahora el nuevo gobierno de EE.UU., que no parece entender con quién trata, vuelve a creer que firmar “acuerdos de paz” sea automáticamente la paz. Tan solo dos semanas después de que Biden anunciara a mediados de abril la intención de retirar sus fuerzas antes del 11 de septiembre, la ofensiva masiva de los Talibán le ha permitido capturar más de 70 distritos del país, que ahora suman unos 140.
Estadísticamente no puede descartarse la conversión del malvado, pero el que es ruin difícilmente deja de serlo, y si cambia, a veces es para ponerse peor. Por eso pensar que algún Dios lo convertirá en un ángel redentor, es una ingenuidad peligrosísima. El que piense que Medellín no está en riesgo porque quien está supuestamente “administrándola” es un incomprendido sin malas intenciones que por inexperiencia no hace ningún daño y con el tiempo va hacerlo mejor, es un peligro mayor que esta administración. Por tal razón, a pesar de las manguales y trampas, la revocatoria es una obligación de los que quieren un futuro para la ciudad