Desde su primera página invita a leerlo de la A a la Z. Lo digo yo, que solo he leído algunas páginas publicadas en El Tiempo. Se llama el “Diccionario de la vida”. Su autor es el periodista Juan Antonio Gossaín Abdallah, un escritor de 70 años nacido junto al mar Caribe, en un pueblo de idilio, lleno de palmeras, llamado por viajeros y piratas San Bernardo del Viento.
Hoy, es un reportero jubilado que camina por Cartagena como si fuera un sultán y vive en el piso 23 de un edificio desde donde se ve la bahía de Cartagena. El escritor escogió vivir allí después de trabajar más de 25 años en RCN radio, en Bogotá.
En 1971, cu|ando apenas era un muchacho que se ganaba la vida como contador en un molino de arroz, se fue a la capital para trabajar de reportero en El Espectador. Este periódico lo reclutó, sin conocerlo, por correspondencia. Usando el correo postal, Gossaín había enviado al periódico algunas crónicas desde que era un colegial... ¡Y casi todas se publicaron! Desde entonces era uno de los mejores cronistas ―no asalariados― de Colombia.
El nuevo libro de Gossaín es un fenómeno raro que prueba la validez de la teoría del caos: “El simple aleteo de una mariposa en China puede provocar una tormenta en el mar Caribe”. Él no escribió una sola línea y al mismo tiempo las escribió todas. ¿Cómo comprender este entuerto?
“Como si fueran cirujanos del alma, los editores tuvieron la idea de hacer una operación quirúrgica para desentrañar cada emoción y cada sentimiento que asomara la cabeza en algunos fragmentos de mis crónicas publicadas en El Tiempo. Y a continuación pusieron cada segmento en el mismo orden que tienen las letras en el abecedario”, dice Gossaín.
El autor quería que su libro se llamara “El diccionario de los sueños”. Los editores rechazaron el título porque a lo largo de sus páginas abundan reflexiones sobre violencia, corrupción, injusticias... Y eso, lejos de ser un sueño, es una pesadilla.
El diccionario de Gossaín me recuerda el “Diccionario del diablo”, del escritor Ambrose Bierce, nacido en EE. UU. en 1842.
Cito aforismos de ese diccionario sin cometer errores, atendiendo la advertencia del autor sobre la palabra cita: “acto de repetir erróneamente palabras ajenas”... “Política: conflicto de intereses disfrazado como enfrentamiento de principios. El astuto manejo de los asuntos públicos para provecho privado. / Patriotismo: basura combustible que es prendida por la antorcha del ambicioso para iluminar su propio nombre”.
Ahora cito aforismos del diccionario de Gossaín: “Clichés: ¿Por qué será que la gente “se funde en un abrazo”, como si el cariño fuera un soplete de soldadura? / Ira: La iracundia anda desencajada por la calle, como un perro rabioso, buscando a quién morder. / Sabiduría: Un sabio verdadero sabe que la sabiduría empieza por no tomarse en serio a sí mismo. Y que el sentido del humor es la única prueba irrefutable de la inteligencia humana. El hombre es la única criatura que se ríe. A menos que el alarido de la hiena pueda considerarse carcajada. / Vejez: Acabo de comprender que la vejez empieza un sábado, a las nueve de la noche, cuando uno está metido entre su cama, feliz de la vida, dedicado a intercambiar medicamentos con su mujer, en vez de andar parrandeando con los amigos”.
El diccionario de Gossaín es una prueba terrible de que “las palabras son tan poderosas que tienen la costumbre de devorarse a sí mismas”. Es decir, son autófagas.
La teoría del caos con que fue engendrado este hermoso libro demuestra que Gossaín, quien ya es un gran escritor, se está convirtiendo en un filósofo de las pequeñas cosas de la vida, que siempre son las más importantes.