Es frecuente escuchar que al Estado colombiano hay que reducirlo, que su administración es muy grande e ineficiente y por lo tanto una carga para todos. El argumento en ocasiones lo presentan partidarios de una clara ideología neoliberal que creen en Estados pequeños y con poca intervención, y en otras ocasiones lo esgrimen personas que, como resultado del cansancio producido por tanta corrupción que nos agobia, lo ven como una salida a tanta pérdida de recurso
En realidad somos un Estado pequeño. Y por supuesto ineficiente. Chico y débil. La ineficiencia es a su vez alimentada en gran parte por la corrupción, pues esta se aprovecha de la improvisación y el desorden para sacar tajada impunemente en medio de la misma debilidad. Digamos que hacen...