Por Santiago Castro Zapata
Universidad Pontificia Bolivariana, estudiante de Psicología, tercer semestre.
sebastiancastrozapata@gmail.com
En una sociedad como la nuestra, donde se toman las decisiones más inesperadas, se ha vuelvo bastante importante reflexionar sobre cuál es la raíz del problema, y por mucho tiempo, le hemos otorgado culpas a personajes, corrientes políticas, fantasmas y malas campañas, dejando de lado un componente bastante importante que nos incluye a todos sin excepción, algo que impregna nuestra vida diaria, relaciones interpersonales y decisiones tanto políticas como no políticas.
Vivimos, sin escapatoria, en algo denominado la cámara de eco por nuestro marcado miedo al disenso. Constantemente estamos buscando a personas afines para determinarlas como las únicas con las cuales compartir, en las redes sociales aceptamos las cosas que nos llaman la atención y con las que estamos de acuerdo para crear mejores argumentos en contra del que piensa diferente. Estamos sesgados a mirar lo que dice un político de una corriente no tradicional porque antes de intentarlo ya le hemos hecho un juicio, y en otros asuntos más sociales, sentimos pánico de conocer a un homosexual o que tan siquiera se nos hable o brinde información al respecto porque de entrada lo vemos antinatural. Por otro lado, no somos plurales para informarnos, nos cerramos a un solo medio y lo más triste del asunto, es que este es un mal invisible que poco a poco se va estableciendo como una letal arma política. Ya es común que en nuestros dispositivos móviles existan algoritmos que permitan que solo se nos muestre personas o artículos que son afines exclusivamente a lo que hemos manifestado que nos gusta.
La invitación es, por esto, a abrir la mente, impregnarse de tan descabellada idea que surja, leer cuantos medios sean posibles, seguir a todos los representantes de las diferentes corrientes políticas y amarrar el hígado para no bloquear o enjuiciar al que piensa diferente. Y ojo, para lograrlo no es necesario renunciar al criterio propio en lo absoluto, es una cuestión donde solo hay que permitirse escuchar para nutrirme, enriquecerme y pensar en lo que sea realmente bueno para el bien común.
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